Casemiro y el problema de la ubicuidad

Crece la desconfianza en la delantera del Real Madrid. Se observa desde fuera del campo, desde dentro y desde el banquillo. Frente a la Real Sociedad, Zidane perdió pronto la paciencia. Cambió la línea de atacantes por otra, aunque esa decisión significara el ingreso de Hugo Duro, el delantero que el Getafe cedió al Castilla, vía Real Madrid. Sin el imprescindible Benzema en el equipo, Duro le resulta a Zidane tan convincente o más que Mariano.

El empate coloca al Madrid en una situación crítica. O derrota al Atlético en derbi o el porcentaje de posibilidades de conseguir el título se reducirán al mínimo. El gol de Vinicius fue de tan última hora que se celebró como una victoria. La mereció por el número de oportunidades, pero al Madrid le faltó prestancia, la clase de jerarquía que va más allá de la abnegación en el juego.

Casemiro se adelanta a Mikel Oyarzabal por el control del balón: la jugada acabaría en falta del donostiarra sobre el pivote brasileño.

El Madrid le echó arrestos al partido, se exprimió, corrió la indecible y en algunos momentos asedió a la Real Sociedad, que mezcla excelentes noticias con la sensación de inmadurez de los equipos jóvenes, en periodo de formación. Gorosabel, Le Normand, Guevara, Zubimendi y Barrenetxea serán jugadores de largo recorrido profesional. Alguno quizá llegue a ser internacional —Zubimendi es un fijo en la Sub 21—, pero les resta un poco de tiempo para llegar a la plenitud. Disfrutan de una gran ventaja, juegan en un club y para un entrenador que protege a sus jóvenes como se debe hacer: concediéndoles partidos y confianza.

Como es habitual, el Madrid no controló el partido de punta a punta. Lo dominó con comodidad en el primer tiempo, perdió los papeles en los 15 minutos iniciales de la segunda parte y se lanzó contra el área de la Real Sociedad en la última media hora del encuentro. En medio, contó con las ocasiones suficientes para ganar y concedió las necesarias para perder: Zubeldia, de espaldas a la portería, estuvo a punto de concretar un error clamoroso de Courtois y el longilíneo Isak desperdició dos nítidas oportunidades. Fue el reverso del Isak que destruyó al Madrid el pasado año en la Copa.

La ansiedad por remediar el déficit de su delantera pesó demasiado en el juego del Real Madrid. No está Benzema y el equipo se apura. Defensas y centrocampistas acuden al área para resolver problemas que no suelen corresponder al Madrid. Es una agitación que afecta al juego y al orden del equipo. Busca los goles con desesperación y escasa productividad. La onda ansiosa se transmite a todas las líneas, con un efecto recurrente: Mendy olvida el rigor defensivo y Casemiro se erige en el delantero centro de facto.

No le falta razón a Casemiro, que fue central por un rato en el segundo tiempo, el rato del gol donostiarra. Es el rematador más fiable y voraz de este Madrid sin uñas. Conmueve el impresionante compromiso de un jugador que llegó en silencio y ahora tiene el aire de un caudillo. Es vital en el capítulo defensivo, en el buen orden del medio campo y en el capítulo rematador. Se siente impulsado a la ubicuidad porque se le necesita en todas partes, a cambio del riesgo del desorden, que se hace cada vez más evidente.

El Madrid se alarga, se parte y deja demasiado campo. Lo pagó contra la Real Sociedad, que se sabe mover la pelota, y lo pagará si no soluciona una ecuación difícil de resolver: cómo ganar con una delantera sin gol y no romperse para remediarlo.