Nadal, el campeón del pueblo

En esas encuestas que realizan todos los años las cerveceras para saber a quién elegirían los españoles para irse de cañas siempre resulta (como en Roland Garros, por cierto) el mismo ganador: Rafa Nadal. Si la pregunta se cambiara para preguntar a quién votarían como presidente del Gobierno, seguramente el nombre sería el mismo. Si se viera en el mar al borde de un naufragio y le dieran a elegir un acompañante, también tendría pocas dudas. Si alguien no se iba a rendir y seguiría remando, ese es él. Que se lo digan a Roger Federer o a Novak Djokovic... Nadal es, pues, algo más que un deportista. Es nuestro. Patrimonio inmaterial. Figura en la categoría de ‘Campeón del pueblo’ en la que solo ingresan los que demuestran tantas cualidades deportivas como humanas.

Y es que, al igual que le hemos visto derramar lágrimas con sus veinte Grand Slams, también nos dejó impactados cuando cogió un cepillo para achicar agua hombro con hombro con sus vecinos de Sant Llorenç en las inundaciones de 2018. Sin postureo. O cuando junto a Iker Casillas reunió hace un par de años a muchos de sus amigos para recaudar dinero contra la malaria. Después puso en marcha su Fundación para ayudar a jóvenes con discapacidad intelectual e integrar a menores vulnerables.

Durante la pandemia, el ganador de todo, no pudo estarse quieto porque vive en este mundo, no en una burbuja, ahora que tanto se habla de ellas. Con otro gran colega, Pau Gasol, ha sumado 14 millones de euros para Cruz Roja (se pueden hacer tantas cosas buenas con 14 millones...) para tratar de paliar el desastre de la COVID-19. Y, por cierto, también paga sus impuestos aquí. No en Andorra, Suiza o Montecarlo. Cosas que valen tanto como sus veinte grandes. Como para no irse de cañas con Rafa.