Griezmann: una causa sin rebelde

Tras ver la entrevista a Griezmann en el programa de Jorge Valdano, lo que queda muy claro por encima de todo es que el francés es un buen tipo. Quizá demasiado. Es también valiente para hablar sin tapujos sobre el bajo nivel que está demostrando en el Barcelona. El formato de charla reposada entre hombres de fútbol ayuda, pero aun así pocos profesionales hubieran dado la cara de esta manera en un momento así.

Es un jugador inteligente, consciente de la realidad y polémica que le rodea. Pero en el mensaje que envió había un error de bulto. Al ser preguntado sobre qué creía que tenía que pasar para volver a ver al mejor Griezmann, el delantero lanzó un grito de auxilio. Pidió tranquilidad para poder rendir, rogando a los periodistas que rebajen las críticas y a la afición que sea paciente. Haciendo ver que así podrá reducir la ansiedad que ahora devalúa su juego.

Antoine Griezmann, antes del partido que el Barcelona disputó en el Wanda Metropolitano.

En el profundo perfil de Griezmann que dibujó Valdano con sus preguntas, vimos a un niño y adolescente tímido, pero con la firme convicción de llegar a la élite del fútbol. Eso sí, extremadamente respetuoso hacia todo poder: el del entrenador, el del club, el del árbitro y el de las instituciones federativas. Siempre es de agradecer comprobar que se puede llegar a crack mundial con una actitud impecable, de caballero decimonónico. Pero lo que ahora necesita el galo para reencontrarse es precisamente todo lo contrario.

Vive un día a día que le afecta. Luchar contra todo ese malestar es en sí el objetivo principal que debe ponerse. Es una causa justa, y requiere una actitud combativa, de enfado, de mala leche. No contra nadie en particular, sino contra todo en general. Decirse a sí mismo que es uno de los mejores y que está de sobra capacitado para volver a demostrárselo al mundo entero.

Se equivoca Griezmann pidiendo ayuda al exterior. Nadie le va a echar una mano ahí, y menos en un club tan grande. Tiene que dar gracias a que se está jugando a puerta cerrada y, al menos, está evitando así el murmullo (y puede que hasta los silbidos) del Camp Nou. Así que sólo se puede ayudar él mismo. Siendo rebelde sobre el césped, dejando a un lado el camino conservador por una vez.

Ya lo ha hecho antes, según admitió. Al sentirse un extranjero desubicado al llegar a la cantera de la Real Sociedad, o cuando todos los gritos de Koke y compañía le hicieron sufrir al llegar al Atlético. Es decir, simplemente tiene que volverlo a hacer. Su tranquilidad llegará a través de la rebeldía. Es el único camino.

Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.