Un Barça sin malas caras

El Barça de los curritos salió a Kiev con toda la humildad del mundo. Sin malas caras en el césped, sin jugadores taciturnos, y sin lloros infantiles en entrevistas edulcoradas. El once no había quien lo reconociera, pero la camiseta obliga y, por más que el Dinamo sea estos días una sombra de aquellos que se recuerdan a las afueras de su estadio (Blokhin, Belanov, luego Shevchenko, los grandes monstruos del maestro Lobanovski), ganó cómodamente un partido de Champions. Y ahí queda eso.

Fue el Barça de los que pagarían dinero por llevar esa camiseta. De Mingueza, que ha pasado por todas las categorías del club, lo mismo que Aleñá. De Braithwaite, que atenúa con tesón su falta de talento y que va a todas. Tanto que estuvo en tres de los cuatro goles. De esa maravilla de jugador que es Pedri, que hace un par de años se moriría por un autógrafo de alguno de esos con los que hoy se cambia. De Dest, que dijo que se quedaría sin oxígeno por Messi, un ejemplo de la pasión que le pone. En Kiev, el holandés se comió el césped e hizo el 0-1. Y De Konrad, que como Dest está en busca de su sueño americano.

Seguramente, este sea un Barça irreal y el domingo salgan las mismas vacas sagradas de todos los días. Es posible. Pero es evidente que hay jugadores que ya no llegan al notable para jugar siempre y hay otros que están locos por salir a demostrar que tienen nivel para jugar en el Barça. O al menos probar si valen para esto. Que no están aburridos de jugar, resabiados; y que tienen ilusión, que es lo que hace falta en un equipo agotado. Un Barça sin malas caras.