El tiempo de Baraja se agota

El Zaragoza de Baraja no va a ninguna parte. Por no tener, no tiene ni suerte. O la tiene en contra. Es un equipo que juega muy mal al fútbol y al que no le alcanza para ganar a nadie. Tampoco a un flojísimo Mirandés, agotado y sin piernas a falta de veinte minutos del final y que acabó llevándose el partido en el descuento cuando en Anduva no había sumado aún ninguna victoria.

En un duelo de ínfima calidad, salpicado de errores en ambos bandos, el equipo aragonés desperdició tres claras ocasiones de gol –dos del Toro Fernández y una de Narváez- y sufrió una cruel e inmerecida derrota en el último suspiro que prolonga su complicadísima dinámica de resultados –un punto de los doce últimos- y que expone todavía más a su entrenador a la destitución.

Baraja sigue viendo cosas positivas en su Zaragoza, pero su posición es cada vez más débil, porque no hay nadie más débil que un entrenador que no gana partidos. Su mayor suerte es que no hay público en La Romareda, porque ya hubiera escuchado un par de broncas mayúsculas, pero sus detractores no dejan de crecer, dentro y fuera del club, y su futuro está más en el aire que nunca.

Ésta es una temporada muy difícil para el Real Zaragoza y no hay tiempo que perder. Así que o el equipo levanta rápidamente el vuelo y mejora de una forma inmediata, o sus problemas se agravarán muy peligrosamente y el único objetivo será evitar el descenso a Segunda B. La plantilla tiene unas carencias evidentes, pero Baraja la hace aún peor con su disposición táctica y sus cambios, y, más allá de la opinión del director deportivo Lalo Arantegui, no está el Zaragoza, precisamente, para persistir en el error o hacer más el tonto.