La árbitra y el delantero argentino

La secuencia es la que sigue: minuto cuarenta y dos del Manchester City-Arsenal, el central gunner Gabriel despeja el balón, que toca en la pierna de Kun Agüero y sale de banda. La árbitra asistente, Sian Massey-Ellis, da la posesión al Arsenal. El delantero argentino protesta airadamente, señalando la línea de cal, pero en balde. Finalmente, toma del hombro a la árbitra, quien lo rechaza con un gesto, sin perder el balón de vista, sin siquiera mirar al delantero citizen.

A partir de aquí, todo son interpretaciones, en un espectro que va desde que el Kun se comportó antideportivamente, hasta acusaciones sin ambages de machismo. Clickbait mediante, gran parte de los medios apuestan por esta última, sacando jugo a la cuestión. He llegado a leer incluso la palabra "acoso". Guardiola en rueda de prensa respondió a un periodista adelantándose al ruido mediático: por favor, busquen problemas en otras situaciones, no en ésta.

Agüero, durante el partido entre el City y el Arsenal.

Yo soy de la opinión de que el gesto del delantero argentino está fuera de lugar. Entiendo, además, que muchas mujeres puedan ver en el mismo una muestra de eso que sufren a diario: condescendencia, paternalismo, pretendida superioridad, incluso una invasión de su propio cuerpo, y que por eso salten ciertas alarmas.

Sin embargo, no creo que en el gesto del Kun haya nada de lo que se le acusa. Al contrario, creo que hablar en una situación así de machismo, incluso plantear la duda de si se comportaría del mismo modo con un linier hombre, termina por penalizar a la mujer, porque desnaturaliza situaciones que se dan en cualquier partido. El camino hacia la igualdad pasa por no mirar a las mujeres con esa lupa que las distingue como un colectivo al que hay que tratar con condescendencia o un cuidado especial, para bien o para mal. El fútbol femenino comparte la rudeza del masculino. Y para un jugador o una jugadora el árbitro (y sus secuaces en banda) es, como escribía el poeta argentino Carlos Ferreira, una "imprescindible sombra que habita el juego", del que el jugador sospecha, y al que intenta coartar o convencer, respetándole lo justo necesario, sea hombre o mujer. Puede que esto esté mal. Pero está igualmente mal en todo caso.