Del rosa al amarillo en Granada

Dos caras muy diferentes del Real Madrid no modificaron su recorrido triunfal, esta vez en Granada, escenario de un partido que pareció liquidado en la primera parte y que terminó en medio de la incertidumbre. El Granada, destruido en el primer tiempo, emergió en el segundo y acreditó su excelente temporada. Equipo competitivo y orgulloso, se negó a quebrarse después de soportar el festival de juego del Real Madrid, que brindó algunos de los mejores momentos de la Liga. Después, se desinfló, sin demasiadas explicaciones.

Zidane alineó a toda su corte de centrocampistas, nada menos que cinco (Modric, Valverde, Casemiro, Isco y Kroos), con el añadido de Benzema, que siempre volantea como muy pocos en el mundo. En muchos momentos del primer tiempo, el sistema del Madrid fue 4-6-0. Recordó al Barça frente al Santos en la final Intercontinental de 2011, tanto por el dibujo como por la belleza del despliegue. Fue un Madrid impecable.

Con un control absoluto de las operaciones y una circulación hipnótica, el Madrid alcanzó la mejor nota de la temporada. El equipo se movió con una perfecta combinación de maestría colectiva y delicadeza individual. El juego discurrió fluido y suave, equilibrado y amenazador, matemático y engañador. El Granada, con tres centrales y dos carrileros, se quedó varado en el campo, perplejo ante la demostración del ejército de centrocampistas que tenía enfrente.

Darwin Machís celebra el 1-2 con el que el Granada amenazó la victoria del Real Madrid en el Nuevo Los Cármenes.

El instante más gráfico del encuentro se produjo mediada la primera parte. Todos los medios del Madrid se articulaban juntos y enfrente, a 20 metros, la defensa del Granada esperaba sin saber qué hacer, sin saber como y a quién marcar, sin capacidad para bloquear a su rival, dirigido por los sensacionales Modric y Benzema. Nadie bajó del sobresaliente en el Madrid durante el primer tiempo y nadie sospechó el cambió de registro en la segunda parte.

Pocas veces se ha visto en un partido dos perfiles tan diferentes de un equipo. A una casi insuperable actuación le siguió un derrumbe sin explicación. Es cierto que Casemiro cometió un error muy grueso en la acción que precedió al gol del Granada, pero cuesta creer que un equipo como el Madrid se afloje tanto por un contratiempo de estas características. Pareció que le arrebataban la vitalidad, el orden y las ideas.

Es difícil sacar al Granada de los partidos. Es un equipo de adultos. Es firme, rocoso y rara vez se va a la lona. Si pierde, es por poco. Da guerra a todo el mundo. Al Madrid le dio una segunda parte de tal calibre que estuvo al borde del empate. Buena parte de su reacción estuvo motivada por el gol, pero el Granada ya anunciaba su crecida, finalmente concretada con el cambio de dibujo y el regreso de Montoro. Con una línea de cuatro defensas y un centrocampista más, el Granada pasó de sometido a gobernar el segundo tiempo.

Montoro, que apenas ha jugado este año por una lesión, ingresó, buscó su sitio en el medio campo y empezó a dar pases, cortos y largos, todos buenos. Es un excelente jugador, menos conocido de lo que merece.

Zidane se preocupó tanto que giró el sistema. Entraron dos extremos, Rodrygo y Marco Asensio, y los cinco centrocampistas, se convirtieron en tres. Benzema quedó desactivado. Del rosa al amarillo, solía decirse en este tipo de situaciones. El Real Madrid aguantó con más nervios que otra cosa y salió a flote con el esfuerzo general, pero a una distancia sideral del equipo que había maravillado en el primer tiempo del encuentro.