El Madrid sigue con la hoja de cálculo

Dos goles ha recibido el Madrid desde el regreso del confinamiento, aspecto decisivo en su impecable recorrido. En la otra gran cuestión del fútbol, marcar goles, tampoco ha tenido problemas. Siempre ha logrado los suficientes para imponerse y dar la sensación de máximo control en los partidos. Nunca ha dado la impresión de verse superado por el frenesí de la competición, como si hubiera encontrado una velocidad de crucero en el supersónico calendario.

Despachó al Alavés sin ruido, sin mucho juego y con muy pocos problemas, sólo los que generó Joselu en los primeros minutos. Joselu, ex del Castilla y con un breve paso por el Real Madrid, ha funcionado de maravilla en el Alavés, una de las pocas buenas noticias en un equipo que empieza a mirar con terror la clasificación. El Mallorca se le acerca cada vez más y el riesgo del descenso es evidente.

Muñiz, entrenador de última hora en el Alavés, alineó un equipo con cierta querencia ofensiva. Dos extremos puros, Edgar Méndez y el escocés Burke, y dos delanteros complementarios, Joselu y Lucas Pérez, señalaban las intenciones del técnico. Envió un mensaje al equipo y el Alavés lo entendió francamente bien en los primeros minutos del encuentro, sin la adecuada respuesta de la defensa del Madrid. Militao no jugó con la misma autoridad que en San Mamés. Tampoco Varane rindió como en este último periodo de la Liga.

Susto. Un cabezazo de Joselu se estrelló en el larguero antes de que Mendy despertara al Madrid. Burke, todo potencia y velocidad, es un futbolista limitado. Permitió tres arrancadas consecutivas del lateral francés, que voló por su banda. Es lo que tiene una plantilla que sustituye a un clásico de la selección brasileña por un internacional de la selección francesa. Zidane ha administrado esta ventaja con sabiduría.

Kroos pelea una pelota ante el alavesista Abdallahi en el Real Madrid-Alavés del pasado viernes.

El ingenuo penalti de Navarro sobre Mendy llegó tan pronto y con consecuencias tan importantes que el partido fue otra cosa. El Madrid, que nunca ha estado en desventaja en las últimas semanas, ingresó en su conocido territorio: gestionar las ventajas. Sólo flaqueó en una violenta arrancada de Burke que Militao no pudo contener en primera instancia y tampoco en segunda. Pero el signo del partido estaba escrito.

Durante una hora, el Madrid gastó el mínimo porcentaje posible de energía. Marcó el segundo gol y no se apuró en ningún momento. Zidane ordenó los cambios de costumbre y el descanso habitual de Bale, que no ha jugado un minuto en los últimos cuatro partidos. Cuando le enfocaron las cámaras de televisión, sentado y sonriente, no pareció nada molesto sentado. Para entonces, Muñiz había retirado a varios de sus titulares. Con varios jóvenes, algunos sin apenas minutos en la Liga, el técnico del Alavés pensaba en la temible rampa final del campeonato.

La única noticia preocupante para el Madrid fue la victoria del Granada, su próximo rival, en Anoeta. Es un equipo sólido, áspero y crecido. Mantiene el sueño europeo. Está en las antípodas del angustiado Alavés. Todo indica que Los Cármenes será el último gran obstáculo que deberá salvar el Madrid para ganar la Liga. Hasta ahora ha conducido los partidos con eficacia y seguridad. Marca, no le marcan y le salen las cuentas.