El Barça remató a un digno Espanyol

Otra vez el Espanyol a Segunda, y ya es la quinta. Aún recuerdo el estruendo de la primera, en 1962. Hasta entonces era uno de los cuatro fundadores de la Primera División que aún permanecían en ella. Con aquella caída perdió esa distinción, que ya sólo conservan Madrid, Barça y Athletic. Volvió al año (siempre que ha bajado ha sido para rebotar de inmediato), pero reincidió en la 68-69, una temporada negra cuando tenía un equipo soberbio, con aquella celebrada delantera de Los Delfines. Algo inexplicable. Y de nuevo bajó en la 88-89 (un año después de aquella final frustrante con el Leverkusen). La última vez fue en la 92-93.

Como su retorno ha sido siempre inmediato, aún es el cuarto club en presencias en Primera, aunque el séptimo en puntuación. Esta caída llega con sal en la herida, puesto que el que martilleó el último clavo de su ataúd fue el Barça, que no está para compadecerse de nadie. Ni es propia la compasión entre estos viejos rivales. El Espanyol hizo en el primer tiempo un ejercicio de vergüenza torera jugando bien, sujetando al Barça y creando un par de buenas ocasiones. En la segunda pudo soñar con la rápida expulsión de Ansu Fati, pero casi de inmediato Pol Lozano se hizo expulsar a su vez y todo quedó diez contra diez.

Fueron dos expulsiones de VAR y bienvenidas sean ambas, porque por fin se deciden a utilizar el artilugio para perseguir jugadas dañinas, y ambas lo fueron. Y al momento llegó el gol de Suárez (previa buena intervención de Griezmann), que encaminó el resultado. Así que tuvimos que sacar el pañuelo para despedir al Espanyol deseándole un retorno tan rápido como en los otros cuatro viajes. El juguetero chino Chen Yangshen lo saneó económicamente pero el proyecto deportivo no ha funcionado. Cuatro entrenadores para ganar cinco partidos resumen el desastre, al que le cabe el consuelo de la dignidad con que se despidió anoche.