El legado envenenado de Bartomeu

Ética y estética. Resulta inconcebible que un empresario tan capacitado en su vida profesional como Bartomeu esté rematando una gestión tan nefasta al frente del Barcelona. El colofón lo estamos presenciando en estos tiempos de incertidumbre, haciendo un ERTE al 70 por ciento de su plantilla, pidiendo una segunda reducción de salario y filtrando la posibilidad de fichar a Lautaro Martínez por no menos de 70 millones de euros más un jugador. No cometer ninguna ilegalidad no exime de una nula ética con el esfuerzo de sus empleados y, lo que es peor, con una permanente sensación de inestabilidad en la mayoría de decisiones, cuando las telarañas han venido para quedarse mucho tiempo en la caja de Can Barça. Aunque la pandemia no haya hecho más que agravar cualquier escenario económico, el mal ya estaba hecho.

Otra renovación de Messi. El próximo 10 de junio, el astro argentino podría haberse agarrado a la cláusula liberatoria de su contrato. Sin embargo, ya ha deslizado su deseo de seguir la próxima temporada en el Barcelona y su intención de iniciar las conversaciones para su renovación. Una gran noticia para el fútbol español que no hay que dejar de festejar. Nadie puede dudar de la obligación de pagar a Messi lo que pida, pero los evidentes enfrentamientos con la Junta directiva desde que ostenta la capitanía, llevan estas conversaciones a otra dimensión. Habrá que hilar muy fino para saciar los deseos de la estrella y para no herir ninguna sensibilidad nueva. Además del impresionante retorno futbolístico, Messi se paga solo, por todo lo que genera, por el peso de tener en tu plantilla al mejor del mundo y porque se cuentan con los dedos de una mano los futbolistas que te cambian al plan de negocio.

Un futuro aterrador. La página de la presidencia de Bartomeu, que tiene fecha de caducidad en 2021, se va a escribir con más pena que gloria. El drama del Barcelona como club vendrá después de su marcha. Ya no se trata de que el próximo presidente se atreva a levantar estas alfombras, sino de vislumbrar al Barça del futuro, sin Messi, sin Busquets y sin Piqué, o sea sin columna vertebral, y tiritando económicamente. Valientes, culés de corazón o personajes con afán de notoriedad no van a faltar para presentarse a las próximas elecciones, pero diseñar un Barça post-Messi parece un ejercicio de funambulismo. El caramelito de Bartomeu llegará envenenado.