Generación Lars Ricken

El Bayern siempre sonó a música imperial, como cuando la caballería entra avasallante por la avenida de una ciudad recién conquistada. Los mofletes enrojecidos de Rummenigge, Effenberg, Schweinsteiger y Oliver Khan son su bandera. Si eres del Bayern, vives enfadado. En los últimos años su carácter como club se agrió aún más. Jugador que salió bueno en Alemania, jugador que fichó el Bayern. Así montó un equipo con los mejores de los demás: Neuer, Pavard, Sule, Kimmich, Goretzka, Gnabry, Lewandoswki, más Hummels y Götze recientemente. Dominó de cabo a rabo la Bundesliga y fue como un bulldog rabioso para el resto. Mejor no acercarse.

En esa misión de saltar la valla y molestar se ha visto principalmente envuelto el Dortmund. Su estrategia ha derivado en fichar a los mejores jóvenes del mundo, una especie de universo Tik Tok con el que perturbar el balneario del Bayern. Es encomiable lo del Dortmund, el eterno William Wallace del fútbol europeo. Recuerdo la final de la Champions ante la Juventus, en 1997. Fue algo parecido. Era imposible no ir con esos muchachos de amarillo. Aquella camiseta con la C gigante de Die Continentale es una referencia generacional. Como lo fue el gol de vaselina de Lars Ricken. El mundo debería dividirse entre los que celebraron su golazo y los que no.

En los últimos años sólo Klopp acercó al BVB tanto al Bayern como para pelearle una final de Champions, la de 2013 en Wembley. Ya le había ganado dos Bundesligas antes. La pandilla de adolescentes comandada por Haaland, Sancho, Brandt, Achraf y Reyna aspira ahora a esa misma reconquista. Hace unos meses parecía posible, pero desde la llegada de Flick, el Del Bosque bávaro, se complicó. Y así estamos un año más, con la música militar del Bayern sonando ya de fondo... y a la espera de otro gol de Ricken.