Álvaro García Nieto

Rabia, aburrimiento y dignidad

Para mí el Espanyol es como Michael Scott para Dwight en The Office. Le dejaría morir de hambre, pero jamás le permitiría perder la dignidad. Quedan once partidos de Liga y estamos a seis puntos de la salvación. Sí, después de dos meses confinados la realidad es la misma de antes, solo que con matices. Dejarás los cursos online, nadie acabará la maqueta de barco que empezaste a construir y poco a poco desaparecerán quienes veían tus directos de Instagram porque no sabían cómo matar el tiempo. El calor sabor verano y las ganas de libertad provocan la sensación de que ya no hay pandemia. Regresará la Liga y el Espanyol seguirá último.

La vuelta del fútbol será un desastre para el aficionado. Ahora está por ver cómo será para los futbolistas. Después de la derrota en Pamplona contra Osasuna, los de Abelardo se concentraron en Navata para buscar el enésimo punto de inflexión. Como todo, se suspendió. El enfado, que debía convertirse en rabia, acabó en gatillazo. Y en onanismo y reclusión. El equipo necesitaba rabia. La rabia tiene energía, impulsa, posibilita el inicio de un nuevo estado. No así el enfado.

La reclusión, sin embargo, puede ser positiva si se abraza el aburrimiento. Da pie a la reflexión. Y la reflexión, a la creatividad. Para el filósofo Josep Maria Esquirol, el refugio y el cultivo de la intimidad te permiten salir. Deambulamos inquietos y agitados y necesitamos distracciones y velocidad por no tolerar el hastío. Por eso deseo que los jugadores del Espanyol se hayan aburrido mucho. “Toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en una habitación”, decía Pascal. Pues bien, como escribe el también filósofo Byung-Chul Han, “únicamente el ser humano es capaz de bailar”. Porque quien soporte el tedio de caminar “se animará a inventar un movimiento completamente nuevo”.

Dos meses de cerrazón dan para mucho. Dan para distraerse y también para cavilar el porqué se llega a una situación. Por ejemplo, por qué se puede pasar de ser un equipo de Europa a uno abocado a Segunda en menos de un año. Aún hay margen para la maniobra, para generar rabia y dejar de ser la caricatura que se era antes de la pandemia. Si al final el Espanyol muere de inanición, que así sea. Pero los jugadores no pueden reservarse ni una gota de sudor, deben sufrir hasta no aguantar más. Porque podremos bajar, pero jamás debemos perder la dignidad.