La ola rompe en Estados Unidos

Hay cierta sensación de que la humanidad ha subestimado el poder del coronavirus, que ha reaccionado tarde, sin aprender la lección del vecino, hasta que ha chocado de bruces con la despiadada realidad. Que Italia no tomó nota de la experiencia de China, que España tardó en sacar conclusiones preventivas de la desdicha de Italia… Y que Estados Unidos, testigo distante de estos trágicos episodios, tampoco ha sabido responder a tiempo ante la llegada de una ola que, antes o después, iba a romper también en su territorio. El país norteamericano ya ha batido el récord de contagios y avanza sin remedio hacia un drama de una dimensión alarmante. Donald Trump dijo hace unos días que una cifra de 100.000 muertos podría considerarse como “un trabajo bien hecho”. Terrible.

En las decisiones que afectan a los eventos deportivos, EE UU sí ha llevado un paso similar. Indian Wells fue de las primeras competiciones canceladas, The Players paró en marcha, y la NBA echó el cierre temporal el 12 de marzo, con los jugadores todavía sobre la cancha, cuando conoció el positivo de Rudy Gobert. Como la mayoría de los organizadores, la liga americana ha hecho cábalas para intentar salvar la campaña, o buena parte de ella. Primero se corrieron las fechas al verano, con final en agosto. Luego se comenzaron a estudiar otros formatos, como concentrar a los equipos en una sede única en Las Vegas, a puerta cerrada. Y ahora, por primera vez, se habla de una posible cancelación. El Labor Day, el primer lunes de septiembre, es la fecha tope que se ha impuesto para coronar a un campeón, pero difícilmente dará tiempo. La ola ha roto. Tímidamente asoman organizaciones que empiezan a pensar más en salvar el próximo curso, que en obsesionarse por reflotar el actual. Lo dijo hace unos días Carmelo Ezpeleta sobre MotoGP. Y la NBA ya mira en la misma dirección.