El malagueño le debe mucho a Zidane

Si hay un futbolista en nuestro país que deba estar agradecido a su entrenador, ése es Isco. El malagueño cayó en el ostracismo más absoluto hace un año cuando Solari era el jefe del banquillo del Bernabéu. El genio de Arroyo de la Miel seguramente cometió algún error en el trato con el argentino, pero es verdad que Solari lo condenó a la suplencia de forma inmisericorde, lo que también acabó lastrando al equipo en los partidos en los que sobraba testosterona y faltaba talento. Isco tiene una legión de fans y otra igual de numerosa de detractores. Su fútbol pausado y paciente pone de los nervios a los que sólo les gusta el sonido de las cataratas. Pero que nadie olvide que cuando Isco ha tenido la confianza de su cuerpo técnico y de sus compañeros ha estado a la cabeza de las dos últimas Champions, en Cardiff y Kiev (dejando en el banquillo al mismísimo Bale), y siendo el mejor en la versión más agradable de la España de Lopetegui (¿recuerdan aquel 3-0 a Italia en el Bernabéu?).

Zidane, que era un artista con el balón en los pies, se ha empeñado en salvar al soldado Isco y si el cuento termina con final feliz, habrá que darle un alto porcentaje del éxito al marsellés. Isco fue de los que más corrió y dio la cara ante el City, añadiendo a eso el gol que no fueron capaces de meter Benzema ni Bale los 15 minutos que estuvo. Isco debe jugar.