A veces anti-fútbol, otras intensidad

"El Getafe no juega al fútbol" puedes escuchar estos días. Imaginaos que el Getafe lleva toda la temporada jugando al balonmano y nadie les ha avisado: "Oye mira, que aquí no se puede coger el balón con la mano, que te expulsan. Y para siempre, eh, no durante dos minutos". Existe una corriente purista en el fútbol que sólo entiende una forma de practicar este deporte. Todo lo que de ahí se mueve entra en otra categoría: balonmano, rugby, bádminton, lo que sea. El fútbol real es el del toque, el del juego exuberante, el resto no. Este frasco de las esencias balompédicas deja bastantes contradicciones porque a veces se le denomina "anti-fútbol", otras veces "intensidad"; el adjetivo depende del equipo que esté jugando.

El Getafe no entretiene como otros equipos –y menos a aficionados neutrales–, es brusco, rocoso en defensa, practica el balonparadismo, hace bastantes faltas. Resulta incómodo hasta el trayecto al Coliseum Alfonso Pérez, que tiene un nombre que es casi una metáfora. Los equipos saltan al campo como aquellos gladiadores a los que soltaban en el piso de arena, con miedo a irse de allí despellejados. Bordalás cogió el Getafe asomándose a Segunda B y ahora mismo su pizarra se subastaría en Sotheby’s a buen precio. La pizarra de Bordalás tiene entidad propia. De hecho, me extraña que nadie se haya disfrazado de pizarra de Bordalás estos carnavales (ahí dejo la idea).

Cucurella protege el balón ante la presencia de Dest.

A mí me gusta el Caso Getafe porque hasta el equipo más ofensivo tiene que saber moverse sin el balón, es decir, hasta el equipo más ofensivo tiene que ser un poco Getafe si aspira a algo. Pero, sobre todo, me gusta porque demuestra que se puede salir del extrarradio para pendular en el centro de las conversaciones, que se pueden romper las probabilidades. Lo más probable hubiese sido que el Getafe se mantuviese en posiciones bajas tras su ascenso, que nunca se clasificase para Europa de nuevo, o que el Ajax le ganase a domicilio la pasada semana. Y, sin embargo, lo improbable es ya rutina al sur de Madrid.