La pelota no se mancha

El fútbol, uno de los deportes más hermosos del planeta y el más influyente de cuantos alimentan nuestras almas, arrastra tras de sí una losa que siempre lo termina ensuciando todo de una manera u otra: los despachos. Aquel "la pelota no se mancha" de Maradona nos parece hoy una quimera y la sanción impuesta por la UEFA al City viene a confirmarlo de la forma más dolorosa. Pocos equipos han dado tanto al fútbol en los últimos años como el entrenado por Pep Guardiola, en especial si nos atenemos a valores sentimentales, a niveles del espectáculo más puro. Lo reconocía ayer mismo Jurgen Klopp y así lo recordarán millones de aficionados con el paso del tiempo.

Pero conviene no llevarse a engaños: es muy probable que la versión ejecutiva del City sea la única culpable de que su cuerpo deportivo se encuentre en el disparadero. Nos queda la duda de si son los únicos que se saltan las normas, suponiendo que el TAS ratifique la sanción. También de si es UEFA la organización más indicada para llevar a cabo este tipo de cruzadas. "No hay otra", pensarán ustedes. Y eso mismo pienso yo, aunque me cueste abstraerme de las múltiples informaciones de Football Leaks que dieron pie a esta investigación y que no encuentran respuesta en la presente sanción. Porque pensar que la expulsión de este o aquel equipo es prueba de que el sistema funciona me parece un tanto atrevido, casi ridículo, pero ¿qué no lo es en cuanto se aleja del césped y se hunde las profundidades de la oscura moqueta?

Vista general del Etihad Stadium.

El Barça, a través de su vicepresidente Emili Rousaud, dice alegrarse de la expulsión del City. Obviando lo evidente -la obsesión de esta junta directiva por borrar el legado de Guardiola en el Barça y donde sea- su declaración no hace más que ahondar en la enorme distancia que separa a los aficionados de los ejecutivos. Rousaud, no lo duden, sería muy feliz si la UEFA expulsara mañana a todos los equipos del continente con excepción del Barça. Mataría dos pájaros de un tiro. Por un lado podría presentarse como uno de los artífices de tanto triunfo y, por otro, se ahorraría lo que menos le gusta de este deporte de locos: los partidos.