A nadie le amarga un dulce y es lógico que en Estados Unidos estén como locos por ver un Clásico este verano. Encima, sería en Las Vegas y estrenando un estadio modernísimo y maravilloso (imagino que con máquinas tragaperras entre hamburguesería y hamburguesería). El problema es que el prestigio no se regala. El pasado mes de julio me llevé un berrinche en la playa que no se lo deseo a nadie. El 7-3 que nos metió el Atleti en el derbi de Nueva Jersey lo tengo aún clavado. Nos faltaban muchos titulares y por eso pasó lo que pasó. Al enemigo ni agua y menos con nuestros eternos rivales. Me encanta un Clásico en verano, pero sólo si va a estar una gran mayoría de los titulares para competir con dignidad.

Algo que parece imposible con las fechas que se manejan (finales de julio o primeros de agosto). Hay Eurocopa y Copa América, por no hablar de los Juegos Olímpicos, por lo que muchos de los mejores hombres de Zidane estarán recién llegados de vacaciones o en Tokio. Disputar un Madrid-Barça con los pocos no internacionales que tenemos y con canteranos no es serio. Si ganas, no puedes presumir. Y si te golean, renuncias al paseo por la playa...