Una Copa de verdad

Recuerdo cruzar la frontera, desafiar el hielo de carreteras secundarias serpenteando entre montañas nevadas y parar en áreas de servicio para entrar en calor al abrigo de cafés humeantes. Recuerdo Mende, ese pueblo de tradición ciclista donde tantas veces acaban etapas del Tour y aún se admira la explosión de Jalabert en el 95. Recuerdo ese partido, creo que en enero de 2013, en el que vimos jugar con el Le Havre a Riyad Mahrez, y en el que toda una región acudió a presenciar el acontecimiento de la década: su humilde conjunto de séptima división francesa había superado diez rondas y se enfrentaba a un histórico del fútbol profesional.

No hace tanto, para sentir de cerca la magia de las Copas y su especial idiosincrasia, tan relacionada con el arraigo y la convivencia entre la élite y el amateurismo, teníamos que irnos al extranjero. Ahora no: en la ronda anterior vi caer al Getafe en Badalona a quince minutos de casa. Y ciudades como Salamanca, Badajoz o León, capitales de provincia alejadas del foco mediático, han podido sentirse protagonistas. Debemos felicitarnos: esto es mucho mejor que lo que teníamos, y lo es independientemente de los resultados. El éxito de la nueva Copa no se mide por la cantidad de sorpresas: ya es un triunfo de entrada, en esencia, porque da oportunidades. Luego el césped decide, pero se permite competir a muchos más clubes y se manda un mensaje muy necesario: el fútbol español no son sólo aquellos que salen todas las semanas por la tele.

El Badajoz celebra su clasificación ante el Eibar.

El formato es aún mejorable. Habría que estudiar fórmulas para que pudieran acceder todos los equipos de Segunda B y muchísimos más de Tercera. Y, sobre todo, habría que instaurar el sorteo puro desde el principio, sin ningún miedo: que en dieciseisavos de final se pueda dar un Madrid-Barça, y en la primera ronda un Sevilla-Betis pueda convivir con un Becerril-Tamaraceite. Pero sobre todo hay que blindar estos cambios ante la amenaza de una marcha atrás el primer año en el que caigan todos los grandes.