Es hora de una alegría en el Bernabéu

El sevillismo tiene tan asumido el sambenito perdedor de su equipo en el Bernabéu que, de repetirse esta tarde, el cabreo será morrocotudo. Es la contradictoria forma de ser de una afición que una de las primeras cosas que hace al levantarse cada mañana es maldecir a su equipo, para ir reconciliándose con él a lo largo del día. Una forma de amor que consiste en querer como nadie, al mismo tiempo que uno se odia un poco entre dientes por querer así. Es por ello que el sevillista, que ha visto caer a su equipo en Madrid de todas las formas y colores, con goles de futbolistas extrañísimos y con otros elementos igual o más extraños, bromea sobre si Vinicius se quitará su ceguera de cara a puerta a costa de los suyos o si será Nacho el que acuda a su tradicional cita con el gol contra los de Nervión.

Pero que nadie se lleve a engaño. Dicha resignación no es más que un mecanismo de defensa de unos aficionados insaciables. Una hinchada que no se conforma con ver a su equipo en 14 de las últimas 16 temporadas en Europa, algunas de ellas en Champions, y contemplar como las vitrinas se llenan de plata. El sevillista quiere que su equipo sea un grande y que compita como tal en los escenarios en los que moran los mejores equipos de España. Es una seña de indentidad de una grada a la que interesa tener contenta. Y aunque sólo sea por mera estadística, ya es hora de que el Sevilla dé una alegría a su parroquia en el Bernabéu.