Obsesionarse con Messi, mal negocio

Obsesionarse con Messi no suele ser buen negocio como ya se demostró hace unas temporadas en el Bernabéu cuando Zidane ordenó a Kovacic que se convirtiera en su sombra y eso supuso el principio del fin de aquel Clásico. El croata estaba tan pegado a Messi, que Rakitic aprovechó el agujero que había en el medio para encontrar el camino del gol y la victoria culé. No seré yo quien le niegue la influencia de Leo en el juego, pero he visto muchos Clásicos en los que el Madrid se ha impuesto cuando ha salido con personalidad, intentando mandar en el juego y logrando que sean los compañeros del astro argentino los que se preocupen de parar a los que llevan la camiseta blanca.

Es como un reto psicológico. Si todo el juego pasa por parar a Messi, llegará Luis Suárez o cualquier otro de sus compañeros y te acabarán machacando. En los tiempos de Sergio Ramos y Pepe había unas ayudas que desconectaban a Messi sobre todo en el Camp Nou. Pero ahora prefiero que la pelota la tengan Modric y Kroos, y que el muro formado por Casemiro y Valverde evite que le lleguen balones al Balón de Oro. Que el miedo lo tengan ellos.