Un reto de aúpa para las Guerreras

Las dos platas europeas de 2008 y 2014 que brillan en su palmarés marcaron el periodo estelar de la Se­lección femenina de balonmano, que incluyó dos bronces en el Mundial de 2011 y en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Eran los tiempos en los que se ganaron el apodo de Guerreras, porque sabían suplir su déficit de físico con garra y tesón. El talento siempre lo han tenido. Y lo mantienen. De aquel primer subcampeonato sólo sobrevive Carmen Martín, la capitana, que ha causado baja en el equipo por una fascitis plantar, y de la última plata quedan seis jugadoras más: Alexandrina Cabral, Nerea Pena, Silvia Navarro, Lara González, Marta López y María Núñez. El grifo de medallas se cerró, porque la generación se hizo mayor y hubo que afrontar una renovación, que supuso también un cambio de seleccionador: Carlos Viver entró en el lugar de Jorge Dueñas, el artífice de aquella gloria. Los podios están ahora lejos de los objetivos, pero existe otro reto de aúpa en el Mundial que comienza hoy en Japón: la clasificación para Tokio 2020.

Las Guerreras afrontan este fin de semana dos importantes partidos frente a las dos selecciones más fuertes de su grupo, Rumanía y Hungría. Ante ellas se va a jugar gran parte del desenlace de este torneo, que otorga una plaza directa para la campeona, inaccesible para España, y luego otros seis pases para los tres Preolímpicos. Una victoria ante uno de los dos cocos allanaría la segunda fase… Y el camino a los Juegos. No es fácil, pero tampoco imposible. En cualquier caso, cuando se inició esta transición ya se asumió que el pasaporte olímpico era un desafío complejo, pero había que mirar al futuro, a un porvenir que si no arranca dentro de ocho meses en Tokio 2020, tendría que hacerlo un año después en España 2021. El Mundial de casa.