Poulidor, el perdedor entrañable

El día de ayer arrancó con una fea noticia: la muerte de Poulidor, el perdedor por antonomasia. Cada año seguía yendo puntualmente al Tour en torno al que giró su vida. Una figura entrañable, que recibía y departía, antes de la salida, en el stand del Crédit Lyonnais, siempre con un niki amarillo. Ese color que nunca pudo vestir durante tantos Tours en los que persiguió primero a Anquetil y luego a Eddy Merckx, dos pentaganadores con los que coincidió. Porque no es sólo que no ganara ningún Tour, es que ni siquiera tuvo un día el maillot amarillo. Llevaba con humor desenvuelto esa cruz, que le hizo tan popular y tan querido.

Nunca olvidaré la etapa del Puy de Dôme de 1964, la que dejó esa imagen eterna de Anquetil y él cargándose de costado. Se televisó en España. Había un minuto de bonificación para el ganador, medio para el segundo. Poulidor estaba a 56’’ de Anquetil y era algo mejor en montaña. Contaba con dejarle y mejorar su ventaja con una bonificación. Pero con ellos iban Julio Jiménez y Bahamontes. Jiménez saltó y tras él Bahamontes. Fueron primero y segundo. Poulidor distanció a Anquetil en 33’’, pero se quedó sin bonificación, y a 14” en la general. Anquetil corría con una calculadora en la cabeza.

Poulidor peleó esforzadamente contra él y cuando Anquetil se retiró apareció un coloso, Merckx. Le tocó ser tres veces segundo y cinco tercero. Cuando hablé con él en uno de esos Tours a los que engalanaba con su presencia, me dijo algo que ha repetido con frecuencia: “Si hubiera ganado un Tour, no sería tan reconocido”. Y es cierto, Zoetemelk fue más veces segundo que él, hasta seis, pero ganó un Tour, y no tiene un sitio tan distinguido en la historia. Francia le quiso más que a Anquetil, al que visitó en su lecho de muerte, hace ya mucho, y le recibió con una frase de humor negro: “Ya ves Raymond, hasta en esto vas a ir detrás de mí”.