La paz interior de Benzema

Pertenezco a la legión de los que durante años hemos considerado a Benzema un pecho frío comodón, titular insistente por enchufe. Sus competidores iban saliendo uno a uno mientras él jugaba hasta con cinco kilos de más. Siempre le reconocí la clase (recuerdo que Ferrándiz me advirtió de que tenía ‘los pies de Nureyev’) pero me desesperaban su falta de nervio y de gol. Eso era cosa de Cristiano, al que ya le venía bien eso que Ancelotti llamó un día ‘la ecuación de gol’, cosa que le satisfacía porque significaba que nadie le discutía que su parte fuera la mayor. Y cumplía el encargo, como bien es sabido, con sus 50 anuales.

Pero he aquí que, desaparecido Cristiano y mientras Bale se ha puesto de perfil, Benzema ha dado el paso de tomar la responsabilidad del ataque y ya es hasta Pichichi. Está “apaisé”, dijo Zidane, palabra de difícil traslado al español, que ya escribió en su día Hermel. No me vale apaciguado, que casa más a quien viene de estar exaltado, y no era su caso; tampoco me convence sosegado, que me sugiere una relajación también física que aquí no se da: está activo, atento, participativo, competidor... El apaisé que utilizó Zidane expresaba que está lleno de paz interior, de armonía con su entorno. No sé si tenemos verbo para eso. No me sale.

Ya me lo advirtió Hermel, hace algún tiempo: “Desde que es padre es otro”. Realmente, años atrás su vida fuera del campo tampoco era ejemplar. Se metió en muchos líos, alguno gordo, por los viejos amigos del barrio. Ahora tiene todo en orden y ha gozado de tanta confianza tantos años que quizá haya caído en la cuenta de que abusó de ella. Así que a sus pies de Nureyev ha unido hoy un sentido de la responsabilidad extremo que le lleva a cooperar con todos, pero manteniendo la mirada en la portería, consciente de que hay que hacer lo posible por compensar aquellos goles que se fueron con Cristiano. Y da gusto verle en ese estado de gracia.