Un catálogo de montaña y una crono chirriante

El recorrido del Tour de Francia 2020 muestra un nutrido catálogo de montaña de principio a fin, desde el segundo día en los Alpes-Marítimos de Niza hasta el penúltimo en los Vosgos con la meta en La Planche des Belles Filles. Entre medias: los Pirineos, el Macizo Central, el Jura, los Alpes… La organización pretende salpicar el trazado de oportunidades para mantener la tensión durante las tres semanas, para que no decaiga el interés, como ha ocurrido en otras ediciones con soporíferas jornadas encadenadas. El Tour ha abusado durante muchos años de ser el Tour, y se ha parapetado en su tradición y en su grandeza para no buscar innovaciones, mientras que sus colegas de la Vuelta a España y del Giro de Italia sí lo hacían. Eso ha empezado a cambiar en la última década, con una mayor presencia de su variado repertorio montañoso, con llegadas inéditas combinadas con los viejos puertos de toda la vida, con etapas menos largas, con guiños a las clásicas… Y también con el recorte sin piedad de los kilómetros de contrarreloj individual.

Chris Froome ironizó en las redes sociales con un GIF que mostraba a un hombre con unos prismáticos: “Buscando los kilómetros de contrarreloj en el Tour 2020”. La carrera continúa con su tendencia de reducir la relevancia de las cronos individuales, pero esta vez ha ido más allá con una cronoescalada el penúltimo día. Una apuesta descarada por los escaladores que muchos interpretan, con razón, como una alfombra para Thibaut Pinot. Nadie olvida que Francia lleva sin ganar su Tour desde Bernard Hinault en 1985. El problema no es tanto que sólo haya una crono, que es la moda, ni siquiera que sea de montaña, porque todos los líderes suben, sino su situación final, que puede producir un bloqueo de la carrera. ¿Para qué van a atacar antes si lo pueden solucionar en la víspera de París?