La selva de Irati, un paraíso para las ebikes
Este bosque navarro se revela como un escenario inmejorable para la práctica del ciclismo de montaña.

Hacía tiempo que quería conocer el bosque de Irati, un impresionante espacio natural situado al norte de Navarra. No se me ocurría mejor forma de hacerlo que en bicicleta, pero por unas razones u otras había tenido que aplazar ni intención hasta finales de este verano. Ha sido entonces cuando he tenido la oportunidad de descubrir uno de los mayores bosques de hayas y abetos de toda Europa, tan frondoso que se ha ganado el sobrenombre de selva.
No pretendo ofrecer aquí una guía de viaje de este auténtico paraíso para la práctica del ciclismo, información sobre la zona, sus servicios y puntos de interés se encuentra a raudales en numerosas webs especializadas en turismo y en la región, empezando por la propia de la Selva de Irati. Tan sólo quiero compartir con vosotros, como siempre, una experiencia que me ha parecido más que recomendable, por lo mucho que se puede disfrutar en el Pirineo navarro sobre la bici y al bajarse de ella si lo que se busca son unos días de descanso en un entorno idílico.
Irati dispone de dos accesos, ambos aconsejables por igual. En el del sur, Ochagavía, se encuentra un centro destinado a los aficionados al ciclismo de montaña; más al norte se llega al bosque desde Orbaizeta, ya sin ese punto específico de BTT pero desde el que también arrancan numerosas rutas disponibles para los ciclistas, tanto en mapas que se ofrecen en la oficina de información del parque como en archivos para GPS descargables desde la web.
En mi caso me instalé en Orbaizeta, por una razón tan sencilla como que encontré una casa rural con muy buena pinta y a un precio bastante razonable (desde 60 euros la noche). Y reservar en Iratiko Urkixokoa fue todo un acierto. Unas instalaciones recientes y bien cuidadas, atendidas por Mikel y Edurne en un ambiente muy familiar, tranquilidad absoluta en el entorno, espacio para guardar las ebikes (desde hace poco con posibilidad de carga para las ebikes) y servicio de desayuno y cena si así se desea.
Aunque quizá lo mejor de este establecimiento, que además no es el único de la zona de características similares, es su excelente ubicación. Desde la misma puerta se pueden iniciar una decena de rutas, algunas en la propia selva de Irati y otras por los alrededores, entre los que se incluye la posibilidad de llegar a Roncesvalles o incluso adentrarse en Francia con un destino tan atractivo como Saint Jean Pied de Port (San Juan de Pie de Puerto), ambas ubicaciones elegidas por miles de peregrinos para iniciar el Camino de Santiago.

Las rutas incluyen desde pistas anchas y de firme excelente a pequeños caminos, pasando por senderos más complicados e incluso trialeras para los más atrevidos. Todas ellas están catalogadas en base a su distancia y dificultad, lo que permite al ciclista elegir en cada momento el desafío que le apetece asumir. También es posible combinar diferentes tramos de algunas de ellas para crear recorridos propios, adaptados a las necesidades puntuales que se tengan.
En todo caso, lo que no suele fallar es la espectacularidad del paisaje, una naturaleza desbordante en la que los bosques frondosos, el verdor y el frescor están presentes durante prácticamente todo el año, incluso en buena parte del verano, con verdaderos túneles de árboles en los que la umbría se apodera del camino y le aporta una iluminación casi mágica. Un homenaje para los sentidos, un festival de colores y fragancias que nos acompaña a cada metro, envolviendo un entorno que despierta la admiración de quien lo disfruta hasta extremos insospechados.
La orografía de Irati, eso sí, es exigente para el ciclista. Pocas posibilidades existen de rodar sin desniveles, desde que se inicia la marcha empiezan los ascensos que se suceden uno tras otro después de cada descenso. Por eso volvía a sentirme encantado por abordar los recorridos con mi ebike, de otro modo algunas etapas hubieran acabado en suplicio a causa de mi lamentable estado de forma. Poder desafiar largas ascensiones, algunas con porcentajes significativos en determinados tramos, se convierte en una delicia cuando el motor eléctrico colabora con la energía del ciclista, sobre todo si esta empieza a desfallecer.
Por esa planimetría, por el ritmo que se imprime al pedaleo y por la necesidad de hacer un alto en el camino cada poco para saborear el encanto de un rincón o tomar una foto, el planteamiento de recorridos entre 30 y 50 kilómetros diarios me parece el más acertado. Hay terreno para más y de cada cual depende la elección de prolongar las jornadas, aunque personalmente en Irati me quedaría con una experiencia de calidad más que de cantidad. Yo, desde luego, no veo el momento de regresar, esta vez no pienso demorar tanto mi determinación de hacerlo…
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