Trpisovsky

Yo lo que le pido a la fase de grupos de la Champions es que un martes cualquiera de septiembre me sirva para descubrir que un señor llamado Jindrich Trpisovsky está revolucionando la táctica en Europa del Este. O que el noruego que marcó nueve goles en un mismo partido del Mundial Sub-20 es también capaz de anotar un hat-trick en su debut en la Copa de Europa de los mayores. Los PSG-Real Madrid o Atlético-Juventus suenan muy bien –y lo escribo antes de conocer el resultado, para todos aquellos suspicaces preparados para disparar que me he puesto a hablar de un señor checo para distraer la atención de lo ocurrido en el Parque de los Príncipes-, pero en septiembre su parafernalia bordea lo absurdo y parecen incluso una equivocación del calendario. Los duelos entre grandes nombres planetarios necesitan de un contexto dramático que aparece en primavera, y corren el riesgo de desgastarse si se nos ocurre multiplicar su presencia en nuestras vidas.

Por supuesto, hablo de la Superliga. Es el asunto sobre el que soy más pesado, probablemente porque también sea la cuestión sobre la cual tengo las cosas más claras. No sólo en el fútbol: también en la vida. Dudo sobre casi todo, pero iría a una guerra contra el sistema si me quitan a los campeones de la República Checa o de Austria de la Copa de Europa. No digo que tengan que estar siempre, pero, por supuesto, pido que puedan estar, que no se les excluya por venir de lugares pequeños que no venden o por tener la mala suerte de haber caído en un rincón del mapa hacia el que no apuntan los focos.

Trpisovsky, técnico del Slavia de Praga.

Celebro cada resultado sorprendente de uno de los equipos en riesgo de exclusión como un gran triunfo de la resistencia. Trpisovsky, el martes en Milán, se erigió en una especie de referente moral, pese a que ignoro qué piensa sobre los asuntos más importantes de la existencia. Me bastó con comprobar que su atrevidísimo planteamiento disponiendo de escasos recursos superó al de un estratega reputado como Conte, y que con ello sonrió un buen rato la Europa olvidada.