Final entre ingleses con árbitra francesa

Llega la Supercopa Europea y esta vez no habrá ningún club español. Pena, nos estábamos malacostumbrando. De las últimas diez ediciones, sólo en una habíamos faltado. Incluso las hubo en que aportamos los dos finalistas. Esta vez nuestra presencia se reducirá a los cuatro españoles en los ‘blues’ de Londres, a saber Kepa, Azpilicueta, Marcos Alonso y Pedro, y al sorprendente Adrián San Miguel, meta de los ‘reds’ tras una peculiar peripecia que en una semana le ha llevado del paro, que sobrellevaba entrenándose con el UD Pilas, de la Primera Regional Andaluza, a jugar esta final a las órdenes del reputadísimo Klopp.

Esta Supercopa es símbolo del ascenso de la Premier. LaLiga aún domina el ránking UEFA por 103.569 a 85.462, pero en el último curso nos recortaron distancia en 9.286 puntos. Señal de peligro. Otra amenaza viene del Calcio, con sus ventajas fiscales. Estas cosas deberían servir para que Rubiales, que anda demasiado crecido porque se siente amparado por Florentino y también toca los costados a la AFE y a la Liga de Fútbol Sala, midiera más sus arreones contra LaLiga, sobre todo los que pueden costar dinero. Y también para que Tebas intentara sosegarle ahorrándole menosprecios y repartiendo más dinero con la Federación.

Pero la gran novedad de esta final no es inglesa ni española, sino francesa, porque francesa es la árbitra, Stéphanie Frappart, primera mujer que arbitra un partido de este nivelazo. Seguramente estará preparada, en lo técnico y en lo físico, aunque solo lleva nueve partidos en la élite del fútbol francés. A ella le va a tocar el estreno oficial de una batería de reglas nuevas, a mi juicio innecesarias, salvo la que recupera la tarjeta amarilla para los entrenadores, retirada hace unos años por esas ansias de toqueteo y quita y pon en el Reglamento que tienen los nuevos regidores, a los que el fútbol sobrevivirá. A esas novedades y a algunos prejuicios que quedan se enfrenta hoy Stéphanie Frappart. Suerte.