La montaña rusa del Real Madrid

Desde luego, Bale se ha cubierto de gloria con su lamento sobre la ‘robotización’ de la vida del futbolista. Y, sin embargo, sí hay algo en la vida de los jugadores que merece que les miremos con indulgencia. Algo muy distinto de lo que dice Bale. Me refiero a su dependencia de la mirada del entrenador, de sus gustos, sistemas, caprichos, filias y fobias. El jugador no depende tanto de su trabajo como del arbitrio de su jefe. Esta temporada del Madrid ha sido un buen laboratorio. Los mismos jugadores han pasado de suplentes a imprescindibles, o viceversa, según ocupara el banquillo Lopetegui, Solari o Zidane. Han vivido en el vértigo de una montaña rusa.

Veamos: Keylor contó algo con Lopetegui, nada con Solari y mucho con Zidane, y Courtois, al revés. Marcelo fue intocable con Lopetegui y Zidane y suplente con Solari. Reguilón, al revés. Sólo contó con Solari, lo mismo que Llorente, al revés que Casemiro, titular con Lopetegui y Zidane. Ceballos contaba algo con los dos primeros, Zidane le enterró. Bale era fijo con Lopetegui, a medias con Solari y Zidane le ha desterrado. Isco era general con Lopetegui, cero a la izquierda con Solari y Zidane le ha tenido en cuenta. A Vinicius le ignoró Lopetegui, con Solari se encumbró y a Zidane no le entusiasma. Brahim vino en enero, Solari no le utilizó, Zidane, sí.

Insisto: mismos jugadores, mismo año. En algún caso ha podido existir lesión (o apendicitis de Isco), pero ustedes me entienden. Este es un trabajo difícil, en el que los mismos méritos y actitudes pueden ser apreciados o despreciados, darte la titularidad o el ostracismo de la grada, tortura silenciosa que deprime al futbolista. Hay otros que han sido titulares siempre, o suplentes de algún uso, o suplentes sin consuelo. Pero estos casos sirven para percibir lo difícil que es ese oficio. Bien pagado, pero sometido al capricho de una noria que te sube y te baja sin que tengas el control del mecanismo. Miren a Reguilón: ¿qué más podría haber hecho para seguir jugando?