Con Niki Lauda en los altares

A cada generación se nos quedan grabados los deportistas que brillaban en nuestra infancia. Crecemos acompañados de sus gestas y nos entregamos para siempre a su leyenda. Pueden venir otros mejores, pero ellos siempre serán los primeros. Los que andamos a la caza de los 50 nos criamos con los nombres de Muhammad Ali (en mi casa siempre dijeron Cassius Clay), de Cruyff, de Merckx, de Borg, de Nieto… En la Fórmula 1, el ídolo de la época era Niki Lauda, aunque a algún amigo acelerado le apodáramos Fiti, por aquel glorioso Fittipaldi. Entonces la F1 no tenía el seguimiento actual en España, pero sus protagonistas nos llegaban envueltos en un aura de héroes. Luego se sucedieron otros ilustres campeones: Prost, Senna, Schumacher, Alonso, Hamilton… Pero nuestra lista de los reyes godos empezaba por Lauda.

Ya en plena juventud, una canción de los guasones y a veces faltones Los Petersellers nos recuperó al mito con una parodia de su terrible accidente en Nürburgring. Más recientemente, la película Rush también nos rescató aquel capítulo, en plena competencia con el disoluto y genial James Hunt, su antítesis en los circuitos. Lauda resucitó en aquel 1976, volvió a la vida después de haber recibido la extremaunción en el hospital. Su heroica reaparición 40 días después para defender su liderazgo forma parte de las grandes hazañas de la historia del deporte. El austriaco ganó tres veces el Mundial, aunque cuando te acercas a la Fórmula 1 te enseñan que no siempre es el mejor quien más títulos tiene. Niki Lauda sí habita en nuestro altar del automovilismo. Y así queremos recordarle, ahora que ha arrancado en busca de Hunt.