Keylor: admirado por la hinchada, cuestionado por el palco

El Madrid cerró la temporada como la empezó, desorientado, aturdido, derrotado en el Bernabéu por el Betis, cuya crisis (Quique Setién fue destituido minutos después de terminar el encuentro) pareció infinitamente menor. Jugó casi a placer y venció con todo el merecimiento. Han sido 12 derrotas del Real Madrid, el 30% de los partidos disputados en una Liga que le ha vuelto a dejar a una distancia abismal del líder. 19 puntos no es una distancia. Es un abismo. El equipo se despidió entre los silbidos del poco público que permanecía en el Bernabéu, donde ha acudido menos gente que nunca en este siglo XXI. Nunca ha existido conexión con los aficionados, ni tan siquiera en el último acto de la temporada. Los jugadores se dirigieron al fondo de animadores, decisión recriminada desde las otras tres orillas del estadio.

El triste ceremonial fue paralelo al voluntarioso intento de despedida de Keylor Navas. No hay peor día para el adiós que la derrota en el último partido, ante la afición. Hay que ser Cannavaro para lograrlo. Inolvidable su vuelta olímpica después de una crudísima derrota ante el Mallorca en el fin de cierre de la temporada 2008-09. Keylor no lo intentó. Agitó la mano desde el centro del campo, requirió como pudo la atención de los hinchas y lo consiguió finalmente. Todos los presentes le rindieron el tributo que merecía.

Fue un mal día para despedirse, pero eso no evitará el magnífico recuerdo que deja el portero costarricense y su magnífico papel como sucesor de Casillas. A Keylor le ha querido más la gente que los directivos. Durante todos estos años le han buscado carísimos sustitutos, como si fuera un problema, en lugar de una excelente solución como guardameta. El Real Madrid no ha cejado en la búsqueda de porteros. Primero fue De Gea, después Kepa Arrizabalaga y finalmente Courtois, cuyo desempeño ha sido peor que el de Keylor.

Apoyo. Portero en la línea clásica del Real Madrid (intuitivo, ágil y valiente), su contribución ha sido impecable. Como le ocurría a Casillas, nunca se apesadumbró por los errores, cualidad más relevante aún en un equipo como el Real Madrid, donde la presión es enorme y los porteros tienen mucho tiempo para pensar. Keylor ha sido un gran portero, pero especialmente en los partidos trascendentales. El pasado año, su actuación en la vuelta de la semifinal con el Bayern fue memorable. Llevó al equipo a la final. Un año antes, realizó una primera parte excepcional contra la Juve, en la final de Cardiff. Era un futbolista para las grandes ocasiones.

Los aficionados le detectaron y le quisieron pronto. Es curioso el destino que traza el fútbol. Hace cuatro años, la Liga comenzó en agosto, antes del parón internacional. El Madrid se enfrentó al Betis, que jugó de maravilla en el primer tiempo y dispuso de un penalti a su favor. Keylor se había lucido en un par de paradas, pero alcanzó la nota máxima al detener un penalti en la primera parte. Sin la premeditación que ahora domina los cánticos desde el fondo sur, todo el estadio comenzó a jalear a su portero. "¡Keylor, Keylor!", el estrépito duró toda la noche. Era un apoyo incondicional en la víspera del anunciado fichaje de De Gea, interrumpido en el último minuto por un problema en el fax. En realidad, la mayor interferencia en la operación fue el apoyo unánime del Bernabéu a Keylor. Siempre ha sido así, hasta ahora. Un portero admirado por los hinchas y sometido a la duda en el palco.