Nadal ha vuelto a tiempo

El Rey de la Tierra ha vuelto. Justo a tiempo: a una semana de Roland Garros, el trono más codiciado. Pero antes de adelantar acontecimientos y de viajar al segundo Grand Slam del año, conviene paladear muy despacio esta victoria en Roma. Tan apetitosa por tantísimas razones. El título italiano sabe rico porque es el primero de la temporada para Rafa Nadal, que nunca había tardado tanto en alzar un trofeo, excepto en su estreno profesional en 2004. Este curso sólo había jugado otra final, la del Abierto de Australia, en el lejano enero. Su rival fue entonces el mismo de este domingo: Novak Djokovic. Los éxitos sientan mejor cuando se logran ante los más grandes. Nole también había pasado un bache desde entonces, del que ya consiguió salir hace una semana en Madrid. Los campeones son tan eternos como la ciudad de Roma.

Nadal rompe así una racha desconocida para él, con tres semifinales consecutivas en los tres torneos de tierra precedentes (Montecarlo, Barcelona y Madrid), y con algunas actuaciones preocupantes, como aquel zarandeo de Fognini que ya ha quedado en el olvido. Rafa decía el sábado, tras vencer a Tsitsipas, que lo importante era “seguir avanzando”. Y este ha sido un paso gigante, por cómo lo ha logrado y por quién estaba delante. El 6-0 del primer set es su primer rosco ante Djokovic, con el que además ha desempatado en Masters 1.000: ya son 34 coronas para el español. Nole ha acusado el cansancio de los últimos días, cierto, con dos agotadores partidos ante Del Potro y Schwartzman, pero la gestión del torneo también forma parte del juego. Nadal llegó más fresco y más fuerte, porque este Nadal ya es el de siempre.