Benzema reúne a partidarios y detractores

Desde Guti no ha habido un jugador más sujeto al constante debate que Karim Benzema, que está a punto de cumplir su décimo año en el Real Madrid, un recorrido de larguísimo alcance. De todos los jugadores que llegaron con él en la temporada 2009-10 (Cristiano, Xabi Alonso, Kaká, Albiol, Granero y Arbeloa) no queda ninguno en la plantilla, por razones de edad unos y por otro tipo de decisiones los demás. Estamos ante un jugador de época por sus numerosas temporadas en el equipo, pero sobre el que difícilmente habrá acuerdo en la hinchada, aunque su fenomenal rendimiento en esta temporada modificará un buen tanto por ciento de opiniones.

A diferencia de Bale, tan protegido por el club que han convertido un cómodo en un comodón, Benzema ha encontrado aliados inmejorables en el Real Madrid –Florentino Pérez, nada menos- pero siempre se ha visto expuesto a una dura crítica, en ocasiones oficiada en el interior del club. ¿Quién no recuerda los desagradables ataques de su entrenador, José Mourinho, que le desacreditó como sabueso del área y le calificó de gato?

No fue una salida extemporánea del técnico portugués. Alrededor de Benzema han ocurrido cosas de enorme alcance, la mayoría de las veces por el fragor de los debates que ha producido el delantero francés. Cuando Jorge Valdano, por entonces director general, comentó públicamente en Almería que el Madrid no necesitaba más delanteros, como exigía Mourinho, porque había uno muy bueno en el banquillo (Benzema), no tardó tres meses en salir despedido. Por cierto, el Madrid fichó a Adebayor para que adelantase a Benzema en la rotación.

Benzema ha despertado admiración y rechazo por igual. Nunca ha dejado indiferente a nadie, señal de jugador singular. Cualquiera que haya sido la opinión hasta el último año, nadie discutirá que es un futbolista de gran clase, con un profundo conocimiento del juego y una generosidad indiscutible. Durante nueve temporadas estuvo al servicio de Cristiano Ronaldo, que encontró en Benzema el perfecto suministrador para sus remates y su ego.

Sin Cristiano Ronaldo y con el peor Bale de sus seis temporadas en el Real Madrid, Benzema ha obrado un extraño milagro. Por primera vez en su carrera, ha puesto de acuerdo a defensores y detractores. Sus partidarios aseguran que sus méritos son los de costumbre y que nada ha cambiado esencialmente en Benzema, ni tan siquiera su promedio de goles (0,42 por partido, ligeramente más bajo que su media general, 0,47). Sus críticos observan en Benzema un liderazgo imprevisto, una decencia profesional de primer grado en una de las temporadas más decepcionantes del Real Madrid y una voracidad más visible que nunca en un futbolista con fama de melancólico.

Por raro que parezca, las dos facciones tienen razón. Los defensores de Benzema siempre han celebrado lo que enfurecía a sus detractores: una coherencia en su manera de jugar que le impedía la menor concesión a la demagogia. A pesar de los elogios generales que recibe, el rechazo de Benzema por el populismo barato es igual de firme ahora que en los tiempos más polémicos. Pero también es verdad que nunca como ahora Benzema ha trasladado la impresión de sentirse más feliz y con mayor jerarquía en el equipo. Como suele suceder con los grandes y controvertidos talentos, ha elegido un momento peculiar, el que menos se podía sospechar: el que atraviesa desde hace un año este mediocre Real Madrid.