El hastío antes de la revolución

Hace un año, el Real Madrid, dirigido por Zinedine Zidane, se abocó al abismo en los cuartos de final contra el Leganés. La eliminación en el Bernabéu tuvo dos consecuencias inmediatas: la desaparición de los jóvenes fichajes (Ceballos, Theo, Marcos Llorente, Mayoral…) y la angustiosa aproximación a la eliminatoria con el París Saint Germain, que se celebraría a finales de febrero. Aunque ningún equipo se maneja como el Real Madrid en la Copa de Europa, y lo acreditó nuevamente con su victoria ante el Liverpool en la final de Kiev, la crisis fue aguda durante las últimas semanas del invierno. Esta vez, el Madrid, con varios jóvenes en la alineación, ha dejado al Leganés sin apenas posibilidades en el partido de vuelta. Es la mejor noticia posible para el irregular equipo de Solari.

Las concesiones del primer tiempo, marcado por los contragolpes del Leganés, fueron recibidas con silencio y aprensión por la hinchada madridista, que no acaba de conectar con su equipo. Poca gente en las tribunas, un cierto abatimiento en los aficionados y la impresión de equipo muy visto. Además del peso de los resultados, decepcionantes esta temporada, el fútbol actual empuja a lo novedoso. Es el signo de unos tiempos donde los aficionados ven a sus equipos a todas horas. Este festín masivo tiene consecuencias: sin regeneraciones o modificaciones atractivas, los hinchas saben tanto de sus equipos, tienen tanta información y los ven con tanta frecuencia que se produce la fatiga, la indiferencia o el hartazgo.

El Madrid apenas ha cambiado de aspecto en los últimos años. Sin Cristiano, un futbolista que además de sus goles ofrece una narrativa muy particular, ha crecido la sensación de estancamiento, de equipo que resulta poco novedoso a un público que quiere emociones fuertes. Las vivió durante gran parte de la era Florentino, definida por la constante llegada de figuras mundiales. Desde el Mundial de 2014, que significó el fichaje del colombiano James por 80 millones de euros, el presidente ha cambiado de criterio. Abundan las promesas y no aparecen estrellas internacionales.

Esta temporada se distingue hasta ahora por la desconexión entre la gente y el equipo, lo que explica el aumento de temperatura que ha producido Vinicius, un futbolista muy joven y sin trayectoria en el escenario mundial, pero con las refrescantes maneras que tanto gustan al aficionado al fútbol. Más que un futbolista en el que depositar el futuro del Madrid, una pretensión exageradísima en estos momentos, Vinicius es un síntoma de lo que pide el público: novedades, algo diferente, aire limpio en la habitación cerrada.

De eso trató un poco el partido con el Leganés. Los criticados jóvenes de la temporada anterior no cometieron el mismo error esta vez. Flojearon en el primer tiempo, pero se impusieron en el segundo sin dificultades, con un excelente gol de Vinicius y otro nuevo en el campo: Brahim Díaz. Tampoco resolverá los problemas de fondo del Real Madrid, mucho menos aún que Vinicius, pero ayudará a mejorar el ambiente en la grada. Hasta que la revolución de verdad se produzca, y eso no ocurrirá antes del verano.