River-Boca, un partido fuera de sitio

Quizá porque acabo de cerrar el último libro de Sergio del Molino, ‘Lugares fuera de sitio,’ se me ha ocurrido titular así: un partido fuera de sitio. Un partido a diez mil kilómetros de su sitio. Menotti, como tantos argentinos, lo siente como un fracaso. Él, dice, está acostumbrado a esas cosas de las pedradas al autobús. Quizá sea que ha llegado la hora de desacostumbrarse... En todo caso, tiene razón cuando dice que echó de menos una reunión de los presidentes, capitanes y entrenadores de River y Boca para hacer un llamamiento a la concordia y a la sensatez. No se dio. River quiso jugar de inmediato, con rivales heridos, Boca reclamó la Copa.

En fin, que el partido es en Madrid, donde es muy bienvenido. Aquí se admira el fútbol argentino y se mitifica desde siempre este choque entre los dos grandes de Buenos Aires, el genuino Clásico, al que un día robé (o tomé prestado) el nombre para los Madrid-Barça, cuando adquirieron importancia universal. Este ya es el Superclásico, algo único. La ida fue 2-2, y no hay valor preferente para los goles fuera. Hoy River es local, pero ni le valen más aquellos goles ni su localía se convertirá en mayor apoyo. Eso último lo perdió por los bestias que atacaron el autobús en un descuido imperdonable, también hay que decirlo, de las autoridades.

Para los madrileños es como hacer turismo futbolístico sin salir de casa. River y Boca nos vienen con su característica de siempre: River con mejor fútbol, Boca equilibrando con ‘la garra’. El esmoquin contra el ‘overol’, solían escribir allá. Pero este es a priori el mejor de todos, porque está en juego un título máximo que nunca se disputaron entre sí a cara o cruz. Toda final es un duelo entre el deseo de ganar y el miedo a perder. Esta más que ninguna, porque de un tiempo acá pesa más, lástima, el gozo por humillar al rival que el disfrute del triunfo propio. Sol espera a River, Colón espera a Boca. Los neutrales esperamos paz y un buen partido.