Víctima de su ilusión y de su fútbol

Estas horas interminables me dan mucha pena. Mucha. Porque Julen Lopetegui es la víctima de su ilusión por entrenar al Madrid, porque no pudo resistir a la oferta del club de su corazón, porque arriesgó enormemente, porque tuvo el valor de aceptar un reto que otros rechazaron por miedo a fracasar. Hay algo de sacrificial en la decisión del míster de venir al Madrid, pero también algo de ingenuidad. ¿De verdad era posible hacerlo tan bien como Zidane? El fracaso parecía anunciado por el propio pasado reciente del equipo blanco. Ya le ocurrió a Benítez después del paso triunfal de Ancelotti, el eterno entrenador de la Décima, que tenía, al igual que el técnico francés, una relación muy estrecha con los jugadores. Por supuesto no quiero comparar a Julen con el actual manager del Newcastle, un hombre con una pésima “mano izquierda”, pero el paralelismo entre las dos situaciones parece evidente.

Sin embargo, el contexto no lo puede explicar todo y Lopetegui tiene también, como técnico de fútbol, una importante parte de responsabilidad. Quiso imponer en el Madrid su modelo de posesión y de presión muy adelantada cuando el éxito de los últimos años se basó en el pragmatismo, en la apertura de entrenadores como Zidane y Ancelotti a todo tipo de alternativas tácticas (entre ellas el contraataque). Julen ha sido también víctima de su dogmatismo. Porque tal y como me dijo ayer un amigo que sabe mucho de esto, el dogma de la posesión ya no vale y puede conducir, en ocasiones, a la soberbia futbolística. Y casi siempre al fracaso.