El iceberg estaba ahí, pero la orquesta siguió tocando

Las cosas no están peor en el Real Madrid que la temporada anterior. Se descolgó tan pronto de la Liga que en diciembre, después de la derrota contra el Barça en el Bernabéu, ya se aventuraba el fracaso final. El Madrid terminó a 17 puntos del campeón, un desastre que no mereció el análisis adecuado por Florentino Pérez y sus asesores. Ningún equipo se estrella con tanto estrépito sin esconder problemas serios, agudizados por las circunstancias que presidieron el campeonato: el shock en el Barça tras el tumultuoso abandono de Neymar y las brillantes actuaciones en los dos partidos de la Supercopa de España.

Todo lo que ocurre ahora había sucedido un año antes: empates en el Bernabéu con el Valencia y el Levante, derrota con el Betis en Madrid y con el recién ascendido Girona en Montivili, empate con el Tottenham y derrota en Wembley. Las expectativas eran mayores y los resultados igual de malos que en estas semanas, donde la atonía del Barça ayuda a pasar el trago.

Los resultados son muy parecidos, pero la percepción es diferente. Zinedine Zidane se benefició del prestigio que le concedieron las dos Copas de Europa consecutivas. Era fácil observar en el ambiente la indulgencia con el técnico francés, perfectamente aprovechada por Zidane: en Kiev conquistó de nuevo el torneo fetiche del madridismo, aunque el club pasó por alto las graves dificultades del equipo en los cuartos de final con la Juve y en las semifinales con el Bayern.

El oropel de la Liga de Campeones y los designios del Mundial no animaron a la reflexión que requería el estado del equipo. Cinco jugadores del Madrid —Varane, Sergio Ramos, Marcelo, Modric y Cristiano— fueron elegidos en el equipo ideal de la FIFA. Se podía añadir otro más: Courtois, fichado en el verano. El problema de estos premios es que venden el producto comercial de maravilla pero pueden inducir al equívoco. Con sus filas cargadas de figuras, el Real Madrid había enviado un mensaje inquietante en la Liga, en la Copa y en algunos pasajes de la Liga de Campeones.

Esta temporada ha repetido las malas señales del ejercicio anterior, con dos novedades de grueso calibre. El Real Madrid ha perdido a Zidane y a Cristiano Ronaldo. Uno era un mito del fútbol que se había erigido en un maestro de la gestión futbolística. Cristiano Ronaldo ha sido la bandera mundial del Madrid, su máximo goleador histórico y un líder febril. A cambio de perder dos personajes de primerísimo orden, el Real Madrid contrató a Julen Lopetegui en una sonada operación que probablemente no ha beneficiado a nadie y ha fichado a Courtois, Odriozola y Mariano.

El Madrid está en la misma situación que el pasado año, pero la posición de Lopetegui es infinitamente más débil que la de Zidane. Y el equipo es bastante menos sin Cristiano, con otra particularidad: es un Madrid que no convoca al entusiasmo del personal. Al madridismo le parece que está demasiado visto. De todo esto no tiene responsabilidad alguna Lopetegui, salvo capitular ante el escaso esfuerzo de Florentino en reconducir las cosas en el mercado, donde ha ocupado un papel tan lateral desde 2014 —fichaje de James por 80 millones de euros— que apenas se le ha visto, hasta el punto de realizar los mayores esfuerzos económicos en dos chavales brasileños. Uno de ellos, Vinicius (45 millones), marcó ayer un golazo en la Segunda B. El otro, Rodrygo (45), se ejercita en el Santos.