A la Copa Davis sin Nadal

Rafa Nadal renunció este mes a la Laver Cup porque quería priorizar la Davis. El invento de Roger Federer, un Europa-Resto del Mundo, enseñó el año pasado un dinámico formato por el que debería caminar el tenis del futuro. La nueva Copa Davis de Piqué ha adoptado algunos de esos ingredientes: un torneo en una sede única, con las estrellas congregadas en la misma ciudad, con partidos más cortos y televisivos… Esa nueva Davis entrará en 2019, así que nos encontramos ante los últimos coletazos de una competición legendaria, que ya nunca será igual. En opinión de la mayoría del circuito, el cambio era necesario. Pero ahora que vemos tan cerca el final, no podemos evitar sentir cierta pena. España es protagonista de ese penúltimo episodio en la semifinal de Lille, en un estadio con más de 26.000 personas. Pura Davis.

Nadal no estará ni en la Davis ni en la Laver, por una de esas malditas lesiones que le zarandean con amarga frecuencia. Su baja ha quitado a España la etiqueta de favorita. Y eso es bueno. Francia ha montado una pista anti-Nadal, con bote bajo, que ahora quizá no le resulte tan favorable ante Pablo Carreño y Roberto Bautista. El caso me recuerda a la final de 2008 frente a Argentina en Mar de Plata. Entonces también se preparó una superficie para perjudicar a Rafa, pero el balear no pudo viajar y sus sustitutos se adaptaron perfectamente a la situación y voltearon a un potente equipo que lideraban Del Potro y Nalbandián. Los elegidos de Sergi Bruguera deben mirarse en aquello, quitarse los miedos y la responsabilidad que conlleva la camiseta del país y disfrutar del ambiente como si fuera la última… Porque puede ser la última.