Desde hace prácticamente un milenio, España suele funcionar con cierto retraso con respecto al resto de Europa. O, más recientemente, con Estados Unidos que ahora suele traer bastantes cosas. Como el gravel. Bueno, que nos liamos. En este post y ya que estamos en agosto y el calor ha vuelto a apretar en estos días -sobre todo a los que nos encontramos inmersos en la burbuja de la Vuelta a España-, os comento un poco por qué el cicloturismo se está convirtiendo en lo que se está convirtiendo. Quizás os aburra un poco tanto número -prometo que sólo será una vez- pero servirá para entenderlo todo.

Así que, ¿por qué crece tanto el cicloturismo? Porque está entrando dinero. Punto. Podría terminar el post aquí si quisiera, pero lo vamos a apoyar con algunos datos. A día de hoy, el cicloturismo factura en Europa, agárrense, 44.000 millones de euros al año. Datos de 2017. Es muchísimo dinero. Esa es la consecuencia y a la vez la causa de todo lo que venimos contando estos meses. Los paquetes cada vez más especializados para simplemente pedalear -el turista ciclista se mueve con la bici en un porcentaje muy alto-, la proliferación cada vez más rápida de las marchas y con experiencias nuevas.

Esto también tiene algunos precios que pagar, claro. Querer captar más gente -y lograrlo- implica también quedarte sin la esencia, sin lo propio. Y que entren personas que no tienen por qué haber aprendido los valores de este deporte. Pero a los que llevan(mos) tiempo aquí no nos queda otra que concienciar y explicar bien por qué este deporte no es como el resto.

Volviendo al asunto inicial, que se me va el hilo. Según un último estudio de Cofidis y AMBE, en 2017 se vendieron 1,1 millones de bicicletas en nuestro país, por 1,2 millones de coches. No está nada mal. El volumen de negocio del cicloturismo está en los 1.620 millones de euros, que también es un buen pico.

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Pero si comparamos con otros países nos daremos cuenta de lo que decía al principio: España va con unos añitos de retraso. En Alemania, doble de población que aquí -o casi-, el negocio cicloturista maneja 11.000 millones de euros. Estamos hablando de ocho veces más. Lo mismo Francia y Reino Unido, que con una población no-tan-superior a la nuestra también nos triplican.

Allí el sector está muy consolidado y la cultura de la bici extendida. Aquí todavía falta en ese sentido pero que nadie dude que estamos en camino y llegaremos. Por eso os contaba el otro día que lugares tal vez no muy innovadores en lo turístico como Segovia -que vive del patrimonio históricio- se estaban metiendo de lleno en la bici. Son todo ventajas: el producto está ahí, es el propio terreno. Luego el turista de bici no es especialmente problemático y además suele tener un poder adquisitivo medio-alto. De ahí los precios que ponen algunos organizadores de marchas, que se creen que cualquiera puede abordarlos. Y debe ser verdad, porque cada vez hay más inscritos, más listas de espera, más cupos de plazas y más marchas. Y si este es el futuro, que así sea siempre que no se nos vaya de las manos.

Hay quienes dicen que, a la larga, esto no le hará nada bueno al ciclismo. Puede ser. Para este que os escribe, el ciclismo es básicamente diversión, disfrute y libertad. Para otros puede que sea un modo de superar frustraciones o creerse deportista profesional, aunque eso sólo suponga engañarse a sí mismos. Aunque cada uno es libre de hacer lo que quiera, claro que sí. Y con el objetivo que cada quién tenga, lo cierto es que el mercado cicloturista sigue creciendo y en sus objetivos a largo plazo, siempre según el estudio arriba citado, cree que hay margen para multiplicar por seis, ¡por seis! el volumen de negocio actual en España.

Lo he escrito otras veces aquí y lo vuelvo a repetir: las bicicletas han llegado y se van a quedar. ¿Por qué? Porque a la gente le gusta y se gasta el dinero en ellas y en todo lo que las rodea. Así de sencillo.