España padece un imprevisto descontrol

Prevalecieron más los defectos que las virtudes, pero España derrotó a Irán, asunto trascendental porque cualquier otro resultado dejaba a la Selección expuesta a un problema considerable en el Mundial. El partido recordó al enfrentamiento con Portugal en las graves dificultades que sorteó el equipo para salir vivo. En los dos casos, España requirió de la máxima capacidad de sacrificio, aunque por motivos contrarios. Portugal tiene recursos que Irán ni sueña y sobre todo tiene a Cristiano Ronaldo, que le hizo un roto a la defensa española. Irán jugó con el interés de medir el sistema nervioso de la Selección. Se atrincheró, golpeó, fingió, perdió tiempo y se aprovechó de un árbitro condescendiente con esa desgracia que es el otro fútbol, tantas veces elogiado por muchos de los que ayer lo detestaban. Esta vez la perjudicada era España.

Aunque Irán y Portugal se parecen muy poco, los dos encuentros permitieron establecer una línea común en los defectos de España, de cuyas cualidades nadie duda. No son defectos cualquiera. El más grave es la falta de control en los momentos favorables de los partidos. La Selección pasó su peor rato contra Portugal en los últimos diez minutos, después de la deslumbrante reacción que significó la remontada. Más sorprendente fue el descontrol después del gol de Diego Costa ante Irán, que respondió con tres ocasiones en el área española y un gol certeramente anulado por el linier. Por cierto, fue el cuarto remate entre los palos en los dos partidos disputados por España. Los cuatro entraron.

Para el equipo que mejor ha gestionado las ventajas cortas en la historia del fútbol --entre 2007 y la primavera de 2014, España sellaba los partidos con una precisión clínica--, su reciente descontrol resulta sorprendente. No están como Xavi, Xabi Alonso o Cazorla, excepcionales maestros en la administración de la pelota, pero le sobran jugadores y experiencias para garantizar el control del juego, que en el caso español es su mejor garantía defensiva. Sin el balón, España ha sufrido y sufrirá. Hace muchos años que no ejerce de resistente. No tiene ni la cultura, ni la gimnasia, ni los jugadores para encerrarse y especular sin la pelota.

Este inesperado déficit, el más preocupante hasta ahora, no parece difícil de corregir. Busquets necesita más compañía en un equipo donde Iniesta, Isco, Silva son centrocampistas de ataque, casi delanteros. Lucas Vázquez, titular frente a Irán, es un jugador con gran capacidad de sacrificio, pero esencialmente es delantero. Alrededor de Busquets se ha visto demasiado espacio. El admirable esfuerzo de Iniesta para ayudar en el capítulo defensivo recordó sus larguísimos y perjudiciales recorridos en el Barça de Luis Enrique. El sitio de Iniesta es otro.

A España no le bastará la presencia de Koke -notable hasta ahora- junto a Busquets. Los espacios de la Selección se relacionan también con la gran distancia entre las líneas. El equipo no reacciona tan rápido, ni con tanto orden, para presionar después de perder el balón. Tampoco ayuda la posición de los centrales, en buena medida retrasados por la influencia de De Gea, portero que se aventura muy poco fuera del área pequeña y arrastra a los defensas.