Alonso apuntala su leyenda

Misión cumplida. Todo estaba de cara pero ganar las 24 Horas de Le Mans es mucho más que un mero trámite. Fernando Alonso ya lo ha hecho y saborea así una de sus grandes ambiciones deportivas, esas gestas que pueden convertirle en el piloto más completo de la historia del automovilismo. Y el asturiano ha contribuido al éxito de Toyota como cabe esperar de un gran campeón, el equipo necesitó en la noche francesa un espaldarazo de ánimo y él se lo concedió, les recordó a todos para qué estaban allí y que nada estaba perdido, que podían hacerlo. Un novato tirando de galones, qué paradoja. Pero así fue y esa consistencia se contagió a sus compañeros Buemi y Nakajima, que igualmente cumplieron con su parte del plan. Una carrera tan exigente es un carrusel de sensaciones, así que gestionarlas es casi tan importante como conducir.

Hemos podido volver a disfrutar de la felicidad de un piloto que vive por y para la competición, de un hombre que llevaba ya demasiado tiempo sobreponiéndose a la frustración de pilotar coches por debajo de su capacidad y que ha encontrado en este reto multidisciplinar un acicate ahora que se asoma al ocaso de su trayectoria deportiva. Por desgracia, quizá no veamos de nuevo a Alonso proclamarse campeón de Fórmula 1 (aunque la esperanza es lo último que se pierde), así que valorar en su justa medida la trascendencia de estos triunfos no debería ser un consuelo menor, más bien lo contrario. Intentará conquistar el título mundial de Resistencia, probará otra vez a ganar en Indianápolis y seguirá demostrando que es uno de los nombre legendarios de este deporte. Y uno de los nuestros...