Graziani

El destino no quiso que ganásemos

Mi Roma, en la final de Copa de Europa de 1984, tuvo delante a un gran Liverpool. Era un equipo fuerte, rápido, típicamente inglés: buscaba la jugada veloz, la verticalidad, para hacerte daño. Pocos pases. Iban al grano. Y, obviamente, en las jugadas aéreas eran temibles, muy duros físicamente. Su cantidad de talentos era impresionante: desde Grobbelaar en la portería, Neal, Dalglish, Lee, Souness... Eso sí, sin duda, el que daba más miedo era Ian Rush. Estaba imparable, aquel año marcó una catarata de goles, creo que fue su mejor temporada. Toda Europa hablaba de él y trabajamos mucho para evitar que nos hiciera daño. Creo que lo conseguimos. Técnicamente, de hecho, nosotros éramos mejores. El problema fue que llegamos a la final en un estado físico muy malo, cansados, con muchas lesiones. Falcao llevaba tres meses fuera, por ejemplo.

Aún así, nos sentíamos favoritos, y esto nos pasó factura: se jugaba en nuestro estadio, creímos que el trofeo ya era nuestro. En el partido creamos más ocasiones, fuimos mejores, pero no tuvimos suerte. Llegamos a los penaltis destrozados. Normalmente, cuando los lanzaba, yo buscaba un ángulo. El pobre Di Bartolomei me dijo: “Estamos cansados, haz como yo: dispara fuerte en el medio”. Le hice caso, pero no era mi estilo: fallé y perdimos la Copa. El balanceo de Grobbelaar ni me molestó ni me perjudicó. Simplemente, el destino no nos quiso campeones.