La admirable dinastía Laso

A los que ya peinamos alguna cana, ese rebote ofensivo caído del cielo de Thompkins nos recordó la providencial intuición de Ricky Brown en la final de la Recopa de 1992, cuando robó el balón a Fassoulas. Pero lo del Madrid en Belgrado tuvo que ver con todo menos con un golpe de suerte como aquel de Nantes. El Madrid ha ganado a lo grande en Belgrado legitimando, una vez más, el proyecto de Pablo Laso. A los que alguna vez tuvieron dudas sobre la viabilidad de su idea, altas esferas del club incluidas, Laso les contestó con una dinastía histórica confirmada este fin de semana. No sólo gana, es cómo gana. Campazzo, el jugador menos utilizado de los doce (jugaron todos) en la final, sumó nueve minutos. Fue el triunfo coral y abrumador de un baloncesto que engancha.

Laso nunca ha perdido el timón. Tampoco este año. Ni cuando perdió la Supercopa en Las Palmas ni cuando perdió la Copa contra el Barça en el mismo pabellón cinco meses después. Ni cuando en verano supo que no tendría a Llull, ni cuando perdió a Ayón, Kuzmic y Randolph. Laso es un exbase que ha conseguido que tres bases a sus órdenes, Sergio Rodríguez, Llull y Doncic, sean MVP de la Euroliga. Es cierto que Laso tiene un equipo caro y que maneja mucho talento, pero también que se ha rodeado bien. Su ayudante es Chus Mateo, bautizado como “el primero de los segundos” por Sergio Scariolo, con quien compartió química especial en Málaga. La era Laso va por 14 títulos y seguramente sume alguno más. Pero su recuerdo no será sólo el qué, también el cómo. Importa.