Y te vas y te vas... y no te has ido

La paciencia. Sus referencias son los hermanos, los padres, lo que ha conseguido en 23 años de trabajo. Desde la humildad del principio a la paciencia convertida en una manera de ser o de estar, como su blanca palidez o su manera de ayudar a jugar a los sucesivos astros de la delantera del Barça. Una sola vez le escuché hablar del éxito. Puede que lo haya dicho más veces, pero a Iniesta no le sienta bien esa palabra empalagosa y difícil, como una estrella en la acera de Hollywood.

La humildad. Sus triunfos han sido sonoros, con España, con el Barça. Se los atribuyó siempre al equipo, a los equipos. Hablando es como jugando: centra el balón, remata de lejos, descansa los brazos cuando mete goles, y espera que el estadio aplauda al otro, él está esperando a que se saque de centro, regresa así a la faena. Nunca se pasa en los aspavientos. Su práctica es la de alguien que está en un equipo y responde de ello. En realidad es un soldado que hace de capitán. Cuando entrega el brazalete (a Messi, generalmente) parece que da un talismán que le resulta excesivo. Y sin embargo, en el campo, aunque no lleve el brazalete, todos lo miramos a ver qué sensación le produce un espectáculo cuando no nos gusta.

La educación. Su raíz es su pueblo, Fuentealbilla. No alardea de otra cosa. No se llena la boca con su autobiografía, que le han tenido que sacar a cucharadas afectivas periodistas tan inteligentes y pacientes como él, Ramón Besa y Marcos López. Él fue a algunas entrevistas, se encariñó con ese retrato, pero se sentía como elefante en cacharrería, eso se le notaba, siendo espejo de sí mismo. Y es que es un hombre educado; es decir, no imposta la voz, no genera escándalo, no está en el mundo para resbalar sobre los asuntos sino para tomárselos en serio. Su propia despedida, la negociación de su fichaje (aun sin destino claro) combina sensatez, prudencia y amor a su pueblo, al que irán beneficios muy visibles de esa transacción en la que él da genio, calidad, pases maravillosos, y obtiene dinero y ventas de la producción en la que está empeñada la gente de Fuentealbilla.

La última escena. Fue cuando se enfadó con un árbitro, que le sacó amarilla. Cuando observó que se había extralimitado se acercó al referí y le pidió excusas. No es común. Iniesta no es común. José Alfredo Jiménez, el gran músico mexicano, tiene esa bella canción reiterativa: “Y te vas y te vas y te vas…, y no te has ido”. Ojalá no se vaya. Es demasiada ausencia la que deja su sombra, porque hay mucha historia en este hombre paciente, humilde y educado.