Ni casta, ni coraje

Ellos no fallaron. Hay que empezar por el sevillismo, que nunca se rindió. Acudió en masa al Wanda Metropolitano, acalló los pitos al Himno español, animó sin desfallecer incluso cuando no había remedio, en medio del desastre. Se hartó, claro, y exigió dimisiones cuando el ridículo se había consumado. Fue una afición campeona a la que en ningún momento respondió una caricatura de equipo. Desde la grada se entregó señorío, fe y sacrificio. En el campo faltó fútbol, sí, pero sobre todo algo que debe ser sagrado porque tiene un sitio en la historia y el himno del Sevilla: la casta y el coraje.

El dilema del portero. Montella le quitó hace pocas semanas el testigo a Sergio Rico y se lo dio a David Soria pensando, más que en ningún otro partido, en la final de Copa que se le venía. En las dudas del meta madrileño nació el naufragio blanquirrojo. Muchos sevillistas le gritaban que saliera de su área cuando Coutinho se escapó de la defensa para darle a Suárez el 0-1. Pero Soria reculó hacia su área, completamente asustado. Y a partir de ahí...

Invisible en las áreas. Si interrogantes pone la portería, los mismos o más sigue habiendo en la posición de delantero centro. Muriel volvió a dejarse jirones de crédito, incapaz de rematar, hasta de encarar a los defensas del Barcelona. Sandro lo intentó en la segunda mitad pero la banda izquierda sigue sin parecer la posición ideal para el canario. Entre las muchas amarguras de una final para olvidar queda la sensación, por enésima vez, de que este Sevilla no le mete un gol a casi nadie.

No Banega, no Sevilla. Ausente desde el minuto 1 el mediocentro argentino, no carburó nunca el Sevilla. Siete minutos casi se llevaron los de Nervión sin apenas pasar del mediocampo. Las pocas opciones de derrotar al todopoderoso Barcelona dependían de Ever y sin Ever, el Sevilla no tuvo hubo ninguna opción.

Proyecto fallido. Un título hubiera puesto sordina a la indudable mala planificación del director deportivo Óscar Arias y a las dudas que muchos sevillistas tienen aún sobre Vincenzo Montella. El técnico italiano llevó al equipo hasta una final copera y unos cuartos de Champions League, pero ha dejado demasiadas incógnitas de su competencia en un montón de partidos entregados casi desde el principio, no sólo el de ayer. El primer proyecto post-Monchi ha fracasado sin paliativos. Toca reinventarse en busca de otro Sevilla campeón.

Ahora, a sobrevivir. Morir en cuartos de Champions. Morir en una final de Copa... e intentar sobrevivir en LaLiga, donde la cosa está chunga hasta para agarrarse al menos al séptimo puesto y competir en Europa League la próxima temporada. Un futuro demasiado incierto para tanta epopeya de una temporada que no se recordará para bien, porque ha muerto con un ridículo en la orilla.