Del arte de Iniesta a la imprudencia de Montella

Campeón de méritos. A nadie le sienta mejor la Copa que al Barcelona, demasiado para un Sevilla desabrigado y que enfocó sin tino la final. El simulacro de presión adelantada de los de Montella inspiró la fluidez azulgrana, con un Iniesta simplemente magnífico, superior de inicio a fin. El Barça tuvo pies, ritmo y calidad.

Todo a favor. Montella quiso emular la estrategia del Roma. Apretar arriba y ahogar al conjunto azulgrana por el medio. Fue un plan a todas luces fallido por la nula intimidación sobre los pasadores. El Barça dispuso de enormes facilidades para avanzar en asociaciones en corto y en largo (casi un 90% de precisión en el pase) y enchufó a Messi, cuerpo extraño en los primeros minutos.

Discordancias. El Sevilla también se desdibujó por la distancia entre líneas. La descoordinación resultó absoluta, especialmente entre la defensa y el mediocampo. Los laterales abandonaban su espalda y a los centrales les costó acompañar la posición general del equipo. Nunca pudieron recortar los movimientos de Luis Suárez, tanto en apoyo como al espacio.

El efecto Cillessen. Conviene valorar el desplazamiento en largo del portero holandés. Ha sido clave en los dos últimos títulos coperos para sortear el empuje rival. Su envío en el 0-1 le define al igual que la final significa a Iniesta, que paseó su grandeza con su naturalidad eterna.

Recibe por dentro

Excesivas zonas desocupadas por el Sevilla. Reculan ante Messi, pero no tapan el pase fácil a Iniesta. De ahí llegó el 0-2.

Lateral contra lateral

Navas va a buscar arriba a Jordi Alba. No le encima lo suficiente y éste encuentra una entrega en el desmarque en apoyo de Luis Suárez.