Sergio Ramos, ante su partido 150

La cuenta atrás para el Mundial empieza hoy en Düsseldorf, donde juega España contra Alemania, ese eterno trueno del fútbol europeo. Campeones del mundo vigentes, son una de las pocas selecciones con las que tenemos un saldo deudor: 7-6-9, en victorias, empates y derrotas. En goles, 23-28. Y allí, claro, es  peor. Allí sólo ganamos una vez, hace 83 años: fue en Colonia, fue el primer choque entre ambas y fue 1-2, con dos goles de Lángara, el mejor goleador de nuestra historia. Un cañonero vasco que hizo leyenda en el Oviedo y en Argentina, adonde le llevó la Guerra. Hoy tenemos un estupendo equipo, pero ningún goleador así.

Puede animarnos el hecho de que Lopetegui no ha perdido todavía desde que está al frente de la Selección. Recompuso el equipo sin grandes cambios, sino reconstruyendo la confianza del grupo en sí mismo, perdida aquella desdichada tarde en Bahia, frente a Holanda, y que en vano intentó recuperar Del Bosque después. Ahora, el equipo muestra la fiabilidad de sus mejores tiempos, pero para fiabilidad la de Alemania, en lo que haga, sean coches, lavadoras o equipos de fútbol. Podemos presumir, eso sí, de que en los últimos años han tomado algo de lo nuestro, suavizando su fútbol guerrero con una especie de modelo ‘tiki-taken’.

No hay alineación, pero se supone que jugará Sergio Ramos en el que sería su partido número 150 con la Selección. Una enormidad para un jugador de campo. Casillas lo dejó en 167, así que puede decirse que Sergio Ramos ya le vislumbra. Del Mundial, a poco que vaya bien, saldrá muy cerca. Señal de permanencia de un jugador grande, posible por su regularidad, su resistencia a las lesiones y el hecho de que se haya ganado tanto en estos años, lo que no ha provocado vuelcos en el equipo. La prueba de hoy es seria, para él y para todos. Pero me gusta. Al Mundial vamos de nuevo con ilusiones y conviene saber cuanto antes que hay por qué.