Potencialmente peligroso

Los comisarios del Dakar acusaron a Carlos Sainz de “comportamiento potencialmente peligroso”. Y con eso añadieron un pleonasmo a los muchos que pueblan el léxico deportivo, como “peinó el balón hacia atrás” (no se puede peinar hacia delante), “el estadio está absolutamente repleto” (si está repleto, tiene que ser del todo), “importante hazaña” (no hay hazañas de medio pelo), “difícil reto” (los retos fáciles no existen), “se rompió los huesos propios de la nariz” o “se lesionó su tobillo derecho” (ya se comentó aquí que uno no puede romperse ni lesionarse los huesos o el tobillo de otro).

Los pleonasmos consisten en decir dos veces lo mismo de manera innecesaria, como los famosos “subo arriba” o “bajo abajo”. O el más reciente “fue encontrado el cadáver del muerto”.

Pero, como sucede con el colesterol, hay pleonasmos buenos y pleonasmos malos. Los buenos añaden expresividad, y suelen constituir frases hechas: “Lo vi con mis propios ojos”, “cállate la boca”. Los malos reiteran algo de forma innecesaria.

Ya se sabe que el lenguaje sólo admite expresar los términos relevantes. Si uno dice o escribe una palabra irrelevante, transmite la sensación de que es relevante; es decir, de que sirve para algo en la oración. Si digo “carbón negro”, la presencia innecesaria de “negro” haría pensar que existe un carbón blanco.

Sucede lo mismo con ese “comportamiento potencialmente peligroso” atribuido a Carlos Sainz. Todos los peligros son potenciales, y por lo tanto este adverbio no añade nada. Sólo tendría sentido si hubiera peligros que no constituyeran un riesgo sino una seguridad. Pero un peligro es en sí mismo solamente una posibilidad; la posibilidad de un mal, nunca el mal en sí. Con esa palabra nos referimos a un daño inminente que --ahí está el sentido profundo de “potencial” y “potencialmente”-- puede ocurrir o no.

“Peligro potencial” equivale a “riesgo potencial” o “contingencia potencial”. No ocurriría lo mismo (es decir, no habría redundancia de significado) si usáramos un término que no llevase en su interior la idea de potencialidad. Por ejemplo, si habláramos de “comportamiento potencialmente dañino”.

El recurso del piloto español alegó, entre otros motivos, “defectos de forma”; porque el documento contra Sainz se refería a la cuarta etapa cuando el incidente de riesgo con Koolen se produjo en la séptima. Suele suceder que los descuidos reiterados de lenguaje no vengan solos, y que a menudo procedan de algún descuido general del pensamiento.