El Señor de los Golazos

Un instante mágico. Estábamos medio depre, seguíamos viendo a un Madrid sin gol, sin alma, espeso, previsible, sin ardor patrio, como si aceptase las tablas sin goles ante un Leganés plagado de coraje y una ilusión insuflada por la grada feliz y bullanguera de Butarque. Pero el fútbol es magia. Su leyenda está plagada de instantes desguionizados que nos dejaron hechizados. En mitad de la monotonía, irrumpió un mallorquín que tiene en su bota izquierda el zapato de Cenicienta. Su volea de primeras en el vértice del área pequeña pepinera fue descomunal, impactante, eléctrica, rompedora... Fue en el minuto 89. Por fin el Madrid vuelve a meter goles decisivos postreros como en la añorada temporada pasada donde Ramos, Morata y Cristiano hacían papilla a los rivales en esos minutos donde hay que saber manejar la angustia para salir vivo. Puede que el Madrid de Zidane no mereciera tanto premio por culpa de su fútbol opaco y plomizo, pero hacía falta una alegría así. El caso era ganar un partido y poner fin a esa tendencia negativa y derrotista que estaba convirtiendo a este equipo en carne de diván. El golazo memorable de Asensio provocará un cambio climático cuyo anticiclón podría instalarse definitivamente si el miércoles se consuma el pase a semifinales y, posteriormente, el salvoconducto para la final del 21 de abril. Keep calm.

Gran Lega. Asier Garitano es un técnico con método y metódico. Su partitura ha encajado en Leganés como si este proyecto lo hubieran diseñado para su sabia mano. Su equipo juega con un orden digno de estudio. Saca petróleo de lo que tiene, que no es mucho, pero rentabiliza al máximo sus recursos humanos. Y eso que faltaban en la platea líderes como Mantovani, Gabriel o Szymanowski. Jugaron con fe y con una pujanza creciente. Tanto que tras el cabezazo de Llorente en nuestra propia guarida y el paradón de Casilla a Beauvue empecé a dar por bueno el empate con gafas. Pero con el Madrid nunca hay que firmar las tablas. Es el ADN que hace de este club algo único hasta en los malos días...

Pasividad. No anoté la primera falta del Madrid hasta el minuto 53, obra de Carvajal. Síntoma de lo que les venía diciendo. El equipo, a pesar de jugar con noveles meritorios, apenas mordía. El tren pasó de largo para Ceballos, Theo, Kovavic (Mateo, ¿cómo pudiste fallar ese mano a mano?) y Marcos Llorente. Le doy margen a Borja Mayoral porque apenas le llegaron balones. Y me pongo de pie con Lucas Vázquez, siempre al 150%, y con la brega incansable de Carvajal y Nacho (¡feliz 28 cumpleaños, campeón!). Poca cosecha.

Hay que animarse. El buen fútbol aún no llega, pero triunfos son amores y si el domingo ante el Depor, que llega a Madrid muy mermado, cae por fin un triunfo solvente, puede que las malas vibraciones empiecen a desterrarse. No pierdo la confianza en Zidane. Nos ha dado tanto en dos años inolvidables que me niego a dar ahora una palada de tierra a su tercer proyecto. Esto es como acaba. Y vean repetido el gol de Asensio. Qué gozada.

 

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*Datos actualizados a fecha 18 de enero de 2018