ME GUSTA EL FÚTBOL

Despedimos 1973 viendo a Cruyff

El fichaje del holandés por el Barça fue un bombazo y la primera ocasión para poder contemplarle fue el primer partido televisado en Valencia.

0
Despedimos 1973 viendo a Cruyff

Era el 30 de diciembre de 1973, y el partido de Cruyff se iba a televisar.

"El partido de Cruyff", así lo llamábamos al referirnos a él. Era un Valencia-Barça de Liga, pero lo llamamos "el partido de Cruyff" porque fue el primero del Barça que se televisó desde su llegada.

Hoy cuesta hacerse cargo del bombazo que supuso su fichaje por el Barça. Tras el fracaso de España en el Mundial 62, en Chile, se había cerrado la frontera a la llegada de extranjeros, en la idea de que perjudicaban a la selección. Y cerrada estuvo (salvo para oriundos, bastantes de ellos falsos) hasta la 1973-1974. Cuando se abrió, el Barça tuvo un éxito sensacional: fichó a Cruyff.

Fue una operación bien planeada. Un año antes contrató al entrenador holandés Rinus Michels, mientras presionaba a la Federación para que se reabriera la frontera. No nos había ido mejor sin extranjeros ni en el Mundial del 66 ni mucho menos en el del 70, para el que ni nos clasificamos.

El fichaje no se consumó hasta el 18 de agosto, previa conformidad del parlamento holandés. Fue un éxito personal del gerente del club, Armando Carabén, casado con una holandesa. El Barça dio un millón de dólares (cien millones de pesetas) al Ajax, y otro tanto a Cruyff por tres temporadas.

Su incorporación se retrasó por las gestiones. No pudo jugar el Gamper, ni los primeros partidos de Liga, ni la eliminatoria de Copa de la UEFA ante el Niza, que eliminó al Barça. No quería aparecer hasta sentirse en forma, y el club le montó cuatro amistosos (Brujas, Kickers Offenbach, Arsenal y Orense) a ese fin, en los que marcó cinco goles.

El Barça se retrasaba en la Liga. Perdió tres salidas, empató dos partidos en casa, uno de ellos ante el Madrid. Eran días en los que corrió el chiste de que en las Ramblas había una invasión de ranas, porque se oía este ruido constante: "Cruyff, Cruyff, Cruyff…".

Al fin apareció, en la octava jornada, con el Barça a cuatro puntos de la cabeza, que compartían el Valencia y el Atlético. Marcó dos goles, ganó en el Barça 4-0 al Granada. Causó sensación.

Ahora llegaba la jornada 16, el Barça no había vuelto a perder, estaba en cabeza, visitaba al Valencia, a Cruyff acababan de concederle su segundo balón de oro… ¡Y se iba a televisar el partido! Sería el último partido del año y la primera ocasión de ver al fenómeno, resúmenes aparte, desde que llegó al Barça. Eso cambió el foco de atención del país, sobrecogido durante días por el atentado mortal de la ETA contra Carrero Blanco, el 20 de diciembre. Aquello abrió un paréntesis de extrema inquietud, que se cerró en cierto modo el sábado 29, cuando Franco designó a Carlos Arias Navarro como nuevo presidente del Gobierno.

Ese mismo día, Cruyff daba conferencia de prensa en Barcelona antes de partir para Valencia, con su segundo Balón de Oro como tema central. Sellaba así una paz con la prensa barcelonesa. Había llegado con la pretensión de cobrar por las entrevistas, y de que sus compañeros hicieran lo mismo. Hubo semanas de silenzio stampa, felizmente roto a partir de esa fecha. De inmediato, el Barça viajó a Valencia, donde por la tarde hubo un acto en homenaje a Cruyff en la sede del Valencia, por cuenta de la asociación de periodistas de Holanda, que le dio su premio anual. Se destacó el simbolismo de aquel partido: Cruyff siempre dijo que tenía dos ídolos, Faas Wilkes y Di Stéfano. Wilkes había jugado en el Valencia, Di Stéfano era ahora el entrenador ché.

Llovía a cántaros, pero Mestalla se llenó y toda España se puso ante la tele para ver al fenómeno. Los buenos aficionados ya habían visto algún partido completo suyo en transmisiones europeas, pero para el gran público resultaba novedad.

Era el Valencia de Sol, Jesús Martínez, Claramunt, Quino y Adorno, entre otros. El ataque del Barça lo compusieron Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial. Barro, marcajes firmes del Valencia y la trampa del fuera de juego por parte del Bara. Eso se vio en la primera parte. Michels no fue el inventor de esa fórmula, pero sí quien la acreditó en España. Cada avance del Valencia moría cuando la defensa del Barça se adelantaba. Cruyff, muy vigilado, soltaba chispazos, pero sólo eso. El panorama en el descanso era desolador. Cero a cero, empate a nada en todo.

Pero ahí estaba Cruyff. En el minuto 60, por fin se hizo con un buen balón, lo abrió a Rexach, acompañó la jugada y clavó el centro del catalán con un gran cabezazo. El Valencia se movió intentó apretar, buscó romper la trampa del fuera de juego. Pero en el 80 Cruyff golpeó de nuevo. El meta local, Meléndez, envió a Claramunt, situado a unos diez metros del área. Cruyff, que se estaba haciendo el despistado, arrancó como un rayo según salía el balón del pie de Meléndez, se lo arrebató a Claramunt, sorteó a Aníbal y al propio Meléndez en su salida desesperada y marcó un golazo. Cero a dos. El Barça se consolidó como líder.

La gente apagó la tele pensando que ahora se entendía todo: los cien millones, la ansiedad del barcelonismo hasta que apareció, el Balón de Oro y hasta sus altivas maneras. Estábamos ante un jugador superior.