Final del Mundialito, en Abu Dhabi. Partido grande en aquella curiosa región de la tierra donde el dinero del petróleo o del gas permite edificar ciudades de la máxima comodidad en el desierto, y que busca el fútbol para darse a ver, para relacionarse mejor con otras zonas de la tierra. El fútbol es el esperanto de hoy. A la vuelta de la esquina está el Mundial de Qatar, ahí al lado. De momento, lo que vivimos es este Mundialito, quizá el último con esta fórmula, y que le puede proporcionar al Madrid su quinto título de la temporada, un récord en su historia. Para oponerse está el Gremio de Portoalegre, campeón de la Copa Libertadores.

Equipo del sur de Brasil, se le ha tenido siempre por distante del ‘jogo bonito’. Su estado, Río Grande do Sul, es fronterizo con Uruguay, y uruguayas son muchas de las costumbres de allí. También el fútbol, más bravo y de garra que el que identificamos como brasileño. Eso lo intentó cambiar Roger Machado hace un par de años, buscando un modelo más artístico. En la misma línea ha trabajado su sucesor, Renato. Pero visto lo visto ante el Pachuca en la semifinal, aun queda camino por recorrer. Aquello fue sobre todo un partido bravo. El Madrid ya está avisado, por lo que vio el otro día. No va a afrontar un partido cómodo.

Saldrá Sergio Ramos, aunque con molestias. Si esto no fuera una final, quizá no saldría. Pero es la final y venimos de un partido en el que ya se vieron despistes serios ante los contraataques del rival, así que mejor atarse bien los machos. Se supone que Bale quedará para la última media hora, y ojalá comparezca con tanto tino como ante el Fuenlabrada y al Al Jazira. De salida se espera al equipo de Cardiff, bien concienciado de que no puede tener despistes, después del susto ante el Al Jazira. El equipo mejor gana casi siempre, pero sólo si aprieta y no tiene descuidos. Si lo hace así, el Madrid levantará seguramente su quinto título de 2017.